Cajas de cartón, cinta adhesiva, papel de burbujas y melancolía sin cortar. Hacer una mudanza siempre tiene los mismos componentes, aunque jamás en la misma proporción. No es lo mismo abandonar la casa de tu infancia que pirarte de uno de tus muchos pisos de estudiante, porque hogar, como amor, sólo hay uno en la vida. Sí, disfrutarás de cada uno por los que pases, pero no es lo mismo, no es tuyo. Cuando te mudas de tu hogar, ese lugar en el que podías bajar la guardia, cada objeto tiene su historia y cada rincón, su anécdota. Y debes empaquetarlo todo, que es lo más duro. Una vez está vacía ya parece menos tuya y, automáticamente, te imaginas cómo llenar la nueva, pero em el momento en el que empiezas a cargar tu vida en cajas lo tienes realmente jodido para mantener la compostura. La nostalgia te entra por el pecho y te sale por los ojos, es inevitable. Llegados a este punto, no sólo recuerdo mi primer hogar y aquella ventana del salón que rompí tras un golazo por la escuadra, sino que también he caído en que al principio he dicho algo erróneo: hogar no hay uno, hay varios. Y los aficionados del Athletic Club de Bilbao, al menos, han tenido dos.
Durante cien años, San Mamés ha acogido partidos ligueros, coperos, europeos y mundialistas, pero eso es sólo una media verdad. La otra, la que todos intuímos y no muchos conocen, es la de un hogar de una manada de leones y sus miles de feligreses. Por ello, recurrimos a dos de ellos para que nos contaran su verdad. Erramun Sebal y Endika Rio comparten con Ecos los recuerdos, sensaciones y vivencias que les produce saber que hoy cierran la primera caja de una mudanza ya definitiva. Esta noche, a las 21:30, se juega el último Athletic Club de Bilbao – Real Sociedad en San Mamés.
Erramun Sebal: «Lo que distingue a los derbis vascos es la hostelería. El beber y el comer antes de los partidos. Al final, trasciende del fútbol».
Erramun: «Lo mejor del prepartido es el poteo con su pique sano»«Tengo la sensación de que es un derbi peculiar, sobre todo comparado con lo que pueda haber en el resto de España. En el ambiente previo hay un buen rollo que no se puede ver en otros partidos de máxima rivalidad», comenta Endika. Y es que entre zuritos, txakolis y bebidas espirituosas varias, ambas aficiones inician el partido oficioso varias horas antes del oficial. Se podría decir que el guión del mismo ya está definido de antemano: el árbitro marca el inicio en el Casco Viejo, cambia rumbo a Pozas en la segunda parte y, tras varias sustituciones a causa del desgaste, sube la calle para terminar frente al escudo del Athletic, efrente a San Mamés. Entre medias se ha sucedido «ese poteo previo, con las aficiones mezcladas tomando tragos, que resulta bastante bonito», como aclara Endika. Y conviene hacerlo porque en el derbi vasco las aficiones no permanecen apartadas, sino que se mezclan, se pican y se cantan. La rivalidad existe, es obvio, pero no empaña el ambiente de compadreo. Al menos, hasta que el balón se pone a rodar. A partir de ese momento todo cambia.
Endika: «Dos «tikotazos» cortaron una muy mala racha en San Mamés»Y no lo hace sólo por los tres puntos en juego, que parece hasta algo banal, sino por una cuestión de orgullo. Los aficionados lo sienten así. Los jugadores, también. Y si no lo sienten, lo saben, que es el mínimo exigible para un derbi. De ahí que algunas imágenes aún sigan tan nítidas como en el día en el que se grabaron en su mente. La txapela con la que celebraba Sá Pinto los goles, el recochineo por el fichaje de Etxeberria o los «tikotazos» desde fuera del área que cortaban una racha de casi diez años sin ganar a los donostiarras en San Mamés, son algunos de los recuerdos ya imborrables para el aficionado. El favorito de Erramun se produjo en la temporada 2002/2003 ante la mejor Real Sociedad de la historia moderna: «El Athletic no estaba haciendo una buena temporada, venía una Real que no había perdido ni un sólo partido en la primera vuelta… y les ganamos con un memorable 3-0″. Y la Catedral, como siempre, había sido clave en el resultado: «San Mamés empujó mucho aquel día. La victoria fue mérito de San Mamés, los jugadores se sintieron muy respaldados por la grada».
Erramun: «El recuerdo no será la despedida, sino todo lo vivido»Con las anécdotas fluyendo sin cesar y la emoción tiñendo cada palabra de la conversación, resulta inevitable preguntarles por cómo recordarán su hogar. Endika, al igual que Erramun (ojo al genial audio de la derecha), no se queda con esta temporada. Es normal, al club le han salido goteras con la mudanza ya planeada y, además, hay un recuerdo cercano mucho más especial. «Yo recordaré a San Mamés, más que por mi primera vez, por lo vivido el año pasado. Hubiera sido un bonito cierre por todo lo que sucedió: el partido contra el Manchester, la semifinal con el Sporting y, en general, toda la Europa League», razonaba Endika. No fue sólo producto del buen juego en Europa, el club estaba envuelto en un enloquecido optimismo: «San Mamés estaba lleno casi partido tras partido. En Liga, aunque no íbamos bien, daba igual porque sabías que entre semana tenías una cita con la historia. Yo me quedo con eso». Y es que es cierto que el Athletic de Bilbao cerró la temporada sin lograr ningún título, pero también lo es que esos doce meses conforman el último gran recuerdo de San Mamés y su afición. Algo inolvidable.
Endika Rio: «Yo creo que todo el mundo tiene esa sensación de «a ver qué va a pasar». Sabes que es tu casa, que aprieta mucho, que intimida, que te empuja… y ahora tienes dudas».
Suceda lo que suceda esta noche, lo que también recordará cada uno de los aficionados que ha vivido un día de fútbol en San Mamés es su ruido, su murmullo, su voz. Ese rugido de elevado volumen e inigualable eco que durante tantos años ha sido una certeza tranquilizadora para el club y que, ahora, se desconoce si se mantendrá. La duda está en la calle. Como dice Erramun, «la sonoridad en San Mamés es muy importante, es lo primero que te llama la atención. No sabemos si un día nos pondremos a animar y el campo no repetirá nuestras propias voces». A ciencia cierta, San Mamés nunca será lo mismo y la forma en la que retumbe no será igual, pero la afición, el verdadero patrimonio de un club, sí que sabemos que no callará. «Yo creo que el ambiente se va a acabar trasladando, la gente lo lleva dentro», ratifica Endika. Y es que, quizás, la clave de que San Mamés Barria se convierta en un hogar la tienen sus propios aficionados. Quizás, únicamente, tendrán que rugir un poco más fuerte.
@DavidLeonRon 22 febrero, 2013
De verdad, felicidades por este precioso artículo. Me quedo corto diciendo que me ha encantado y emocionado. Ha sido maravilloso.