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Ellos son así


La tarde de domingo tuvo todo lo que es costumbre en el fútbol inglés: gradas llenas, goles, intensidad, fallos y mucha emoción. A menudo encontramos aficionados que no entienden una postura crítica hacia un campeonato que en determinados aspectos roza la perfección, que ha inventado una nueva manera de vivir este deporte. Y puede que tengan razón. Quizás un servidor se esté perdiendo toda la magia de unos choques vibrantes, únicos y que jamás decepcionan. La diversión se impuso a unas carencias que, eso sí, son palpables cada fin de semana.

A los cuatro minutos fallaron una clara ocasión; a los cinco ya iban perdiendo. La sempiterna debilidad en las áreas del Arsenal sigue Wilshere dio a Lampard media hora de masajemarcando el análisis del conjunto de Wenger. Los gunners hacen no pocas cosas bien, pero terminan lastrados por lo que ocurre en los dos extremos del terreno de juego. El planteamiento del técnico francés, que pintaba bueno, de repente pasó a inadecuado. Cazorla y Wilshere, colocados por delante de la pelota, no aparecían para iniciar. Coquelin y Diaby sufrían la presión de un Chelsea que robaba y corría, el sueño de todos sus futbolistas de mediocampo hacia arriba. Y cuando la tenían los de Benítez peor aún. El Arsenal arrastra como principal defecto la incapacidad de sus jugadores de quitar el balón del pie a un adversario. Wilshere, que hacía par con Lampard, flotaba al 8 blue, dejándole elegir el sentido del pase una y otra vez. Cazorla, escorado a la izquierda, ni se acercaba a tapar cada uno de los carrerones de Ramires. Para colmo, entre Coquelin y Diaby (lo suyo es morder, no estar quieto) recibía casi cualquiera. La primera media hora dio para goleada local.

Claro que a lo largo de un partido resulta imposible que Frank Lampard no suponga alguna ventajita para el contrario. Antes del 15 de la segunda, Walcott se escapó de Cole (el lateral nunca pudo seguir a Theo cuando este salía de la banda) y puso el 2-1. Por entonces Cazorla y Wilshere ya habían conseguido entrar en calor. Santi abandonaba la banda para venirse al centro como le gusta, mientras que Jackie martirizaba a Frank con sus slaloms tan personales. Wenger aprovechó un golpe de Coquelin para introducir a Ramsey, ganando así un primer pase de calidad. Los visitantes pudieron empatar antes de llegar al momento Premier League, que al Arsenal no le cae a favor desde que Henry marchó rumbo a Barcelona.

El partido acabó siendo un vaivén de ocasiones y transiciones

El Manchester United aterrizó en White Hart Lane con una formación novedosa, una especie de 4-3-3 con el sector izquierdo vacío y tres centrocampistas por dentro; Carrick, Jones Los red devils ofrecieron una versión más que conservadoray Cleverley. Hay dos lecturas en torno a esta decisión. La inmediata: repliegue más bajo de lo habitual y Jones, defensa nato, en la zona del velocista Gareth Bale. Se buscaba cobertura lateral para un oponente que localiza su poderío en las alas. A largo plazo asoma el Real Madrid. En espíritu, el Manchester bi-finalista de Champions era esto. Esto más Cristiano Ronaldo claro, que es mucho descontar, aunque Van Persie esté que dé miedo. Aunque los Spurs chutaron 7 veces en los 45 minutos iniciales, el United controló. Kagawa por fin podía exhibir su cualidad diferencial: el apoyo de espaldas para montar contragolpes, lo que hacía en el Dortmund. Ahí es tremendo. Tras ese toquecito aparecía el cambio de orientación hacia Welbeck. El inglés sorprendió. Su talento es la movilidad, la aparición por todos lados. Una posición estática no le beneficia. Tras pasar un ratito insustancial en la derecha, cambió posiciones con Cleverley (mención especial para él, maneja el ancho del césped de maravilla) y ahí sí, la reventó. Los de Sir Alex volvían a mostrarse autoritarios en su pequeña racanería.

Sucede que a este United no hay plan que le valga. O mejor dicho, le funcionan todos pero a tiempo parcial. La versión ofensiva con los cuchillos Young y Valencia, Kagawa en la izquierda para tratar de pausar, el 4-3-3 con interiores defensivos… y nada, no hay manera. El equipo tiene media parte en la que supera al rival y luego, si bien no se derrumba, si desciende grotescamente. Esta vez fue a través de un Lennon que halló más espacio con Welbeck en su costado. Eso y un Vidic en el nivel más bajo de su carrera. El serbio se traga cada cosa que ocurre delante de sus ojos, no corrige y recula asustado. El Tottenham finalizó el partido con 25 disparos efectuados, una estadística terrorífica que cuestiona al Manchester United… y glorifica a la Premier League como a ninguna otra liga en Europa.


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