Durante una buena porción de lo que llevamos de siglo, Valencia y Deportivo fueron el auténtico sello de calidad de nuestro fútbol. Ambos consiguieron salir campeones en torneos donde los dos gigantes reunían futbolistas del nivel de Zidane, Ronaldo, Raúl, Rivaldo, Kluivert o Figo. Competían por el honor de ser Los Otros, pero con tantos puntos en el casillero como Los Unos. La rivalidad, sin embargo, ya venía de atrás. Nació a once metros y todavía no murió. Aquel desenlace hollywoodiense que tan bien hubiera funcionado en pantalla (con Denzel Washington en el papel de Mauro) sembró la semillita para hacer de este duelo una joya de nuestra Liga.
Lo rico del fútbol es lo rápido que da revancha. No había llorado lo suficiente ese vestuario cuando, poco más de un año después, enfilaba La Castellana rumbo al Bernabéu, territorio de finales. ¡Y ante el Valencia! Manjarín, histórico del SuperDepor, ponía el 1-0 en el marcador. Al rato, Mijatovic, futuro Balón de Plata, la rozaba por encima de la barrera con maestría de crack. Empate. En ese momento, el cielo, preocupado por alguna hoguera despistada esa noche de San Juan, decidió lanzar un simulacro de diluvio universal. Partido suspendido. Tres días después, cuando nos preparábamos para la prórroga, Alfredo Santaelena metía un cabezazo eterno que, ahora sí, permitía al deportivismo el grito de “campeones”.
Con tanto futbolista sensacional, nos cansamos de ver golazos. Mendieta y su golpeo de 8.000 millones, Miguel cuando copaba la banda de Mestalla en sus buenas tardes, Víctor y su carril derecho… Pero por encima de todos, uno: aquella ocurrencia loca de un hambriento David Villa en Riazor, castigando las buenas intenciones que Molina siempre tenía para con sus centrales. En realidad, tanto gol de calidad no hacía sino reflejar el nivel de unos choques que tenían ya categoría de derby.
Deportivo-Valencia era sinónimo de espéctaculo, golazos y jugadores de primerísimo nivel
El último jugueteo del destino llegó hace dos temporadas. El Depor conocía el máximo drama tras caer 0-2 ante el conjunto de la capital del Turia. Las lágrimas de Valerón fueron el desconsuelo de todo aficionado al fútbol, que veía como un pedacito reciente de sus memorias parecía desmoronarse ante sí. Ha durado poco. Coruña está de vuelta y con ella la magia de su enfrentamiento con el Valencia. A veces ganaron, a veces perdieron. Lo indiscutible es que construyeron una historia juntos. Hoy, nuevo capítulo.
mrrealstinson 26 agosto, 2012
No soy aficionado del Dépor, pero los pelos de punta con el vídeo. Y especialmente con Colotto, llorando, cuando la grada la cantaba ¡¡¡¡¡¡COLOTTO QUÉDATE!!!!!! y él, probabemente, ya sabía que nada se podría hacer porque había firmado con el Espanyol. BRUTAL.