El dios Júpiter | Ecos del Balón

El dios Júpiter


Velocidad. Jugar contra Roberto Carlos debía ser como jugar en Júpiter, aunque él siguiese en la Tierra. Hacía mucho calor, no había ni rastro de agua y el cuerpo pesaba más del doble que en los días más rutinarios. Roberto Carlos corría sin parar y muy rápido, rapidísimo, hasta un punto de verdad condicionante. De hecho, aunque ha calado eso de que era un lateral que se portaba como un volante, el análisis más preciso diría que fue un lateral que ejercía de delantero. Picaba en posicional y estiraba en transición, fresco como ninguno y certero en la definición; casi tanto como un killer. Y es que, y aquí comienza lo extraordinario, su frenetismo nunca no le privó de ser pura precisión.

Precisión. Brillante bajo presión corta, lo más llamativoSu pie zurdo le decía sí a todo de su técnica iba ligado al espacio largo -que no al libre-. Sus equipos, sobre todo su club, eran de carácter dominante, y sus días no fueron los de hoy, en los que hasta el peor empieza a presionar en campo rival. Al Real se le encerraban todos, de manera deliberada. Llegar en carrera a lugares protegidos no le impedía controlar, asociarse o chutar con un dominio total de la situación, siendo su gol al Tenerife la gran metáfora de su esencia. Y si por su lado era imposible, ¡bimba!, balón al pie en la banda contraria. Míchel Salgado en tiempos de Cafú, Zanetti y Thuram llegó a pasar por uno de ellos. Roberto Carlos generaba alegría.

Alegría. Es importante ser feliz. Todo fluye más fácil desde ese punto,Sonreír está infravalorado también en el fútbol. Y Roberto era puro positivismo, optimismo, adrenalina. Sus jugadas tenían una impacto emocional en el choque inaudito, superior al de Maldini, siendo este el factor que inclina levemente el gran debate en favor del brasileño. La carrera del rayo despertaba de letargos y retrasaba rivales. Su chut adelantaba compañeros e intimidaba contrarios. Hasta daba miedo hacer falta a 40 metros de la portería, porque las convertía en ocasión. Con certeza, ningún lateral moderno pesó tanto jamás. Y conoció a Zinedine Zidane.

Roberto y Zizou, la banda izquierda de la historia del fútbol.

Zidane. Si no lo hubiese encontrado, Roberto Carlos no sería menos de lo que es, pero su recuerdo quedará asociado a Zizou por siempre. La unión resultó demasiado carismática, y definió de forma demasiado exacta una colectividad de huella profunda. Zidane y Roberto Carlos nunca se trataron como trataban a los demás. El «5» se las ponía muy largas y muy fuertes, para llevar al oponente a donde no podía llegar. La relación inversa fue más difícil de describir, aunque siempre quede el gol de Hampden Park para explicarla a su modo. Sus picos fueron juntos. Ambos se fueron ya. El mundo quizá necesite una remesa de héroes nuevos. Marcelo y Neymar, en 2014, jugarán en casa. Tienen dos años para aprender a ser uno.


Comentarios (19)

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En Barcelona aún maldecimos el dichoso dia en que Hodgson lo dejó ir.
"SONREÍR ESTÁ INFRAVALORADO"
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Es por estas cosas que este lugar me parece tan maravilloso, genial frase que esconde un mundo detrás.
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Solemos centrarnos en los detalles mas asibles (técnica, táctica, capacidades físicas, etc.) dejando de lado cosas tan humanas y determinantes como la alegría.
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En todas las dinámicas de grupos el estado de ánimo es fundamental y aquellas personas que a sus capacidades suman generar confianza, alegría, optimismo, etc. valen un potosí.
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En su día se asoció profesionalidad con seriedad y la seriedad con el semblante adusto. Nos creímos esa mentira y perdemos mucho potencial en el proceso.
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Y ahora recuerdo algunas de las crónicas del primer ecos cargadas de humor... otros tiempos.
@ecosdelbalon
recuerdo una crónica sobre los dos centrales del madrid PE y PE que me moría de risa, en la página actual esas cosas ya no tiene un espacio (mas analítica, mas seria)...y en los comentarios había ironía, mucha guasa y mucho cachondeo... ahora hay otro tono, otro carácter.
También digo, yo sigo disfrutando como el primer día.
Sin ir mas lejos este artículo o el de Van the Man son una gozada.

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