Como de otro planeta, como de un tiempo distante, como de lustros luz de distancia y conocimiento. Como de otros años, como de días pasados, como de imágenes tan chungas que en youtube casi ni se ven, como con un disfraz ridículo de lo coyuntural y lo cortito. Ver cromos, partidos antiguos, páginas nostálgicas en internet. Los jugadores eran diferentes, sus caras, sus manos, sus formas, sus hechuras, su manera de posar. Y esto no está escrito contra los tatuajes con letras orientales las depilaciones metrosexuales ni los peinados antinaturales. Esto está escrito en defensa de Chalana y de Manolo Mesa. De Trifon Ivanov y de Santi Idígoras. De Mágico González y René Higuita. Pelos largos, barbas sin rasurar y paquetones. De ir suelto por arriba y apretado por abajo. Como los valientes. Como los locos.
Esto está escrito porque en un resumen mental de la Eurocopa esa que hemos ganado y que acaba de terminar (gracias Vicente, gracias Sara), la imagen de Jiracek celebrando un gol o tirándose al suelo como un niño con problemas para recuperar un balón, tiene que estar. Porque Petr lo merece. Porque Petr se lo ha ganado. Jiracek hizo historia el año pasado ganando con el Viktoria Plzen de Pavel Urba la liga checa por primera vez. Él se encargaba de liderar un centro del campo donde jugadores con un futuro tan halagüeño como Kolar, Pilar o el cedido Darida eran artículos de lujo y lucha hasta morir (con moridores aguerridos, formados y natos como Horvath, Pertzela o Limbersky). Luego se fue a Wolfsburgo a ponerle pulmones al frío invierno de Volkswagen Arena. Allí pasó a ser un lobo con el pelo largo y los genes locos por aullar a la luna, al sol y a cualquiera de las estrellas de la Bundesliga. Todo corazón de cerebro, materia gris brillante e indomita, se nos descubríó como una especie de Nevdev en el cuerpo de Poborsky que metía goles y cortaba el ataque ajeno con el mismo ímpetu y empeño. Con el mismo, sin ápices ni cortapisas.
Y con el mismo pelo y la misma cara. Con ese físico de jugador antiguo que desafía los modos y las modas de un fútbol que a veces es negocio de gestos, perfiles y rituales sin sustancia futbolística ni mítica futbolera. Paradójicamente su carrera en esta Eurocopa fue cortada por la Portugal del peinado y los tatuajes de Meireles, de los pasitos con las piernas abiertas de Cristiano antes de desperdiciar otro lanzamiento, del bisoñé imposible de Veloso o de la estética (y ética) cyborg de Pepe. Murieron gatitos, lloraron niños perdidos y Jiracek se fue al vestuario con la cabeza alta. Uno de los mejores jugadores de esta Eurocopa, un hombre de los que no quedan, no podría enfrentarse a golpes con la mejor pareja de mediocentros del torneo (¿del mundo?) Alonso-Busquets, no podría desafiar a Arbeloa, ni intentar volver loco a Iker con su libertad y rapidez de pensamiento y acción. Porque a veces los obreros son los intelectuales que rompen las normas y las jerarquías, los estados y los estadios, la lógica y la lírica oficial con la épica y la sangre de los antiguos bárbaros que desde las provincias destruyeron los imperios y las verdades absolutas. Como Chalana, como Mágico. Como Schuster en el año 80 del siglo pasado.
@ecosdelbalon 6 julio, 2012
El artículo es una maravilla, pero esta frase "un hombre de los que no quedan" es el momento ^^