Fotos en sepia | Ecos del Balón

Fotos en sepia


Desde 2008 a esta parte, con la edad de oro que vive la selección española, plena de títulos, victorias de prestigio y halagos a nivel mundial, el fútbol patrio, nunca muy dado a respetar el pasado, lo es menos que nunca. No hace falta porque se debe disfrutar el presente y, si acaso, se echa la mirada hacia atrás para ver cuán pringados éramos los españoles hasta que esta generación de superhombres invencibles acudió al rescate. Ni tanto ni tan calvo, obviamente, pero sí es cierto que da la impresión de que la historia de España comenzó en los campos de Austria hace 4 años, y que como mucho se mira con simpático desdén al oro de Barcelona 92 o a la cantada de Arconada en París.

Pero es que el tradicional «nunca ganamos nada» es la mayor y más repetida mentira del fútbol español. ¡Por supuesto que ganamos algo! ¿Nadie recuerda aquella noche en el Bernabeu? Sólo los más viejos nombran a unos hombres cuyo recuerdo está siendo sepultado por las arenas del tiempo –y del éxito-. Es una injusticia que la Eurocopa de 1964 se esté adentrando peligrosamente en el olvido. Y qué mejor día que hoy, la jornada en la que el sueño de la hegemonía española puede seguir creciendo hasta ser los más laureados de la Eurocopa –junto a Alemania-, oAhora casi olvidada, España ganó su primera Eurocopa en 1964 en el Santiago Bernabéu comenzar el descenso justo donde empezó –frente a Italia-, para recordar a los héroes que dieron a España su primer torneo internacional.

En el verano de 1964, Europa vivía días intensos. La Guerra Fría estaba en su apogeo, el muro de Berlín acababa de cernirse sobre la antigua capital alemana, Khruschev había sido dimitido hace no mucho y Breznev estaba poniéndole nueva cara a la URSS –que no era sino una cara ya vista, más tradicional, más estalinista, más ortodoxa-, las alianzas que gobernaban el mundo bipolar aún estaban en estado de shock por la muerte de JFK, y España estaba más metida que nunca en su papel de Centinela de Occidente.

Esto no era algo secundario para el fútbol español, dado que el miedo rojo que rodeaba a la política del Régimen de Franco había impedido que un magnífico equipo español disputase siquiera una eliminatoria de cuartos de final de la Eurocopa de 1960 contra los soviéticos. Así pues, un equipo con Di Stefano, Suárez, Gento o Kubala ni pudo viajar a Moscú para medirse a sus homólogos de la URSS. Se perdió una buena ocasión, y los soviets acabaron por ganar el torneo ante Yugoslavia. Además, quizá se desperdició la última oportunidad de contar con esos fenómenos nacionalizados, en un gran momento de forma, ya que para el Mundial de Chile 62, con Helenio Herrera en el banco, Di Stefano estuvo lesionado, Kubala ya muy viejo, los nuevos como Puskas y Santamaría no demasiado afortunados, y nuevas figuras como Amancio ni siquiera viajaron. Tras el fracaso de verse apeados en la primera fase, España comenzó una nueva etapa, con José Villalonga como entrenador. Era un tipo curioso este hombre, se decía que no entendía nada de fútbol y que sus conocimientos se limitaban a la condición física –tenía pasado militar-,Villalonga realizó el cambio generacional que España requería tras el Mundial de 1962 pero increíblemente triunfó en el Atlético y en el Madrid, y sigue siendo el hombre más joven en haber ganado la Copa de Europa -dos en su caso- y la Eurocopa. Algo tendría.

Villalonga comenzó el camino a la Eurocopa con una lista que prescindía de 14 de los 22 expedicionarios al Mundial de Chile. Faltaban Di Stefano, Carmelo Cedrún, Santamaría, Garay, Segarra, Puskas, Araquistain y los italianos Del Sol, Peiró y Suárez, entre otros. Se mantenía Gento, y no se echó de menos a nadie, ya que en la ida, con un espectacular Guillot se ganó 6-0 en el Bernabeu. Los problemas y posterior derrota 3-1 en Bucarest dejaron claro que las cosas tampoco iban a ser tan fáciles para España. Pero se pasó, y eso era lo que contaba, más si cabe tras tamaña revolución.

En las otras eliminatorias, sorprendía la eliminación ante Francia de la Inglaterra que Alf Ramsey había garantizado como campeona mundial en el 66. Portugal, en la que ya se alineaban la base del Benfica con el gran Eusebio a la cabeza, cayó eliminada ante la siempre rocosa Bulgaria, con su célebre central Dimitar Penev y el atacante Georgi Asparaukhov, por el que Nereo Rocco viajaba cada verano a Sofía para llevárselo a Milan. En vano, ya que las autoridades comunistas prohibían su traspaso. No lo permitirían hasta 1970, tras el Mundial de México y, para desgracia del fútbol europeo, expectante por ver a Asparaukhov en Occidente, este murió en un accidente de coche, poco tiempo después de regresar de tierras mexicanas. Italia arrolló a Turquía, los húngaros pasaron cómodamente contra Gales y Yugoslavia, liderada por el joven Josip Skoblar –al que pronto veríamos en el Olympique de Marsella- eliminaba a una Bélgica prometedora con Van Himst, Puis y Jurion.

La segunda eliminatoria hizo que Villalonga tuviese que rectificar sus planes iniciales.

Villalonga siguió con su plan en la segunda ronda, ya que el rival era la floja Irlanda del Norte, en la que aún no había hecho aparición George Best. Se jugó en Bilbao la ida, y, como concesión a la grada, el seleccionador llamó a unos cuantos leones. Se jugó horrible en San Mamés y a pesar de que el debutante Amancio marcó, un error de Vicente Traín, el portero español, propició el empate norirlandés. Este fracaso debió motivar serias dudas en Villalonga, porque rectificó sus decisiones anteriores sobre la gente joven y tiró de experiencia y calidad con los veteranos. Suárez y Del Sol volvieron al equipo, así como Gento. Ocho cambios con respecto a San Mamés. Se sufrió en Windsor Park, pero el extremo izquierdo del Madrid jugó un gran partido y anotó el gol de la clasificación. España alcanzaba así la misma ronda en la que en 1960 fue eliminada por… Franco.

Por Europa adelante, se sucedieron bastantes sorpresas, con Holanda siendo eliminada por Luxemburgo o Yugoslavia por los amateurs suecos. Francia, que tenía un equipo terriblemente técnico liderado por los centrocampistas Herbin, Douis y Ferrier parecía estar superando aceptablemente bien la caída en desgraciaGracias a un Yashin portentoso, la URSS batió a Italia en el gran duelo de octavos del Stade de Reims, y daba buena cuenta de los búlgaros, así como Hungría tenía más dificultades de las esperadas para superar a los alemanes del Este. Sin embargo, la eliminatoria estrella de estos octavos era la que medía a Italia con la URSS. Los soviéticos, campeones y exentos de la primera ronda, eran una magnífica piedra de toque para una Italia que empezaba a recuperar su lustre merced al auge de su campeonato doméstico –Milan, Inter, Juve, Fiorentina y Roma estaban a gran nivel-, y de su cada vez más extendido catenaccio. Los italianos salieron al césped del Estadio Lenin con solo dos delanteros, asistidos por Corso, Rivera y Bulgarelli –cerebro del Bolonia que ejercía de Luis Suárez en la Nazionale-. La URSS, sin Yashin, abrió el marcador a los 20 minutos y casi inmediatamente Italia se quedó con 10. A duras penas salieron vivos con un 2-0 en contra. Viktor Ponedelnik fue una auténtica bola de demolición en el frente de ataque soviético. En la vuelta, Italia sacó un equipo de lujo, que unía la fortaleza defensiva del Inter de Herrera –Sarti, Guarneri, Facchetti, Burgnich-, el mejor marcador italiano –Trapattoni-, la clase de Bulgarelli, Mazzola y Rivera y la velocidad de Domenghini y Menichelli. Ni por esas, Yashin había regresado y cuajó una actuación excepcional –incluído un penalti blocado a Mazzola- que no hizo más que refrendar su candidatura al Balón de Oro de 1963, que finalmente se acabaría llevando. Los soviéticos empataron a uno y pasaron a cuartos. Una ronda mucho más descafeinada, con los soviéticos dominando sin problemas a los suecos, y Hungría dando una auténtica lección de clase en Colombes para asegurar el pase ante una Francia en la que aparecían sus tres nuevas perlas: los extremos Di Nallo y Coussou y el ariete Nestor Combin, que se haría célebre en el Milan.

España, por su parte, volvía a Irlanda para medirse esta vez a la EIRE de un joven Johnny Giles. A estas alturas, en marzo del 64, Iríbar había tomado ya la portería de España, y una gran camada de jugadores hizo su aparición con la camiseta nacional: los Magníficos del Zaragoza, sensación del fútbol español y europeo de la época eran parte integral del ataque de España. Marcelino, Villa y Lapetra fueron titulares en las victorias por 5-1 y 0-2 que daban al equipo de Villalonga el ansiado pase a las semifinales.

La UEFA decidió que España fuese el organizador de la fase final.

Como fue costumbre hasta 1976, de entre los cuatro semifinalistas se escogía al que se consideraba más apropiado para albergar los partidos finales. A pesar del importantísimo apoyo que supusieron para el despegue del torneo, la UEFA seguía negándose a conceder la organización a países de más allá del Telón de Acero, así que esta recayó en España. No podía ser de otra forma, ya que el cuarto país era la sorprendente Dinamarca.

Sorprendente a todas luces, ya que era un conjunto eminentemente amateur y al que la maravillosa magia de los sorteos puros había deparado un camino con Malta, Albania y Luxemburgo. Casi casi la diosa Fortuna les obligó a estar presentes en la cita española. Durante las eliminatorias se reveló como un gran jugador el atacante Ole Madsen, autor de 11 goles, jugador danés del año en 1964 y a quien sus actuaciones internacionales le valieron un contrato con el Sparta de Rotterdam en una liga holandesa en la que empezaba a nacer el profesionalismo.

Así pues, como la vida es caprichosa, el país que se había retirado por miedo a recibir a los soviéticos en 1960 iba a tener que albergarlos en su territorio por una semana. ¡Quién sabe cuántos espías del KGB traerían en sus filas! El hecho de que, además, los comunistas pudiesen llevarse una victoria de suelo español noEspaña se enfrentó en semifinales a una Hungría plagada de calidad en ataque hacía sino aumentar la presión sobre la selección española. En todo caso, primero había que llegar a la final. La URSS jugaría y aplastaría a Dinamarca en Barcelona por 3-0. El Camp Nou presentó apenas 40 mil espectadores, curiosos por ver a la legendaria «Araña Negra», que además se fueron decepcionados ya que Yashin ni siquiera tuvo que intervenir. Mientras, en el Bernabeu, España se enfrentaba a una Hungría que había conseguido recuperarse de la pérdida de sus «Mágicos Magiares» y había conjuntado un equipo magnífico. Sandor Matrai y Kalman Meszoly eran un muro en el centro de la defensa, y la presencia del expeditivo Ferenc Sipos por delante de ellos apuntalaba aún más esta línea. Arriba, lo clásico en el fútbol húngaro: calidad, calidad y calidad. Ferenc Bene y Mate Fenyvesi eran dos extremos con un fuera-dentro mortal, goleadores consumados, Lajos Tichy era un interior creativo de primer orden europeo y Florian Albert lo mismo te daba un pase entre líneas como te resolvía en el área. Llegaría a ser Balón de Oro. En definitiva, que había que sudar.

Villalonga, además, había dado una lista de convocados un tanto polémica, en la que no aparecían ni Collar ni, sobre todo, Gento, que había jugado muy bien durante las eliminatorias. Del Sol, una referencia total en Italia, tampoco pisó el terreno de juego durante la fase final. El entrenador se la jugó con Amancio en la derecha, Pereda como interior, Suárez como cerebro, Marcelino como nueve y en la izquierda Lapetra.

El partido fue de poder a poder, pero España dominó claramente la primera parte, merced a la maestría de Suárez. Una de las claves para que el del Inter se sintiese cómodo era el hecho de que jugaba muy protegido en las labores defensivas. Se le exigía menos que en el Inter en este aspecto. Zoco se reveló como un excepcional hombre escoba, que cerraba el medio del campo y también se incrustaba en el centro de la defensa junto a Olivella. Fusté se complementaba a las mil maravillas con el navarro y también creaba con facilidad. En ataque, Suárez tenía socios de todos los cortes, desde el diabólico dribbling de Amancio a la calidad de Lapetra, o el inteligente juego posicional y la llegada a gol de Pereda. Fue precisamente este quien abrió el marcador, empatado agónicamente por Bene a dos minutos del final, merced a un error de Iríbar. Esto llevó a una prórroga que podría haber sido contraproducente, ya que la URSS, como dijimos, había ganado facilísimamente a Dinamarca y estaría más fresca. En la primera parte de la prórroga, los húngaros venían crecidos –como sucede habitualmente con los equipos que vienen desde atrás en el marcador- e Iríbar tuvo que sacar a relucir toda su clase para mantener a España en el partido. Gracias a ello, y a siete minutos del final, un córner lanzado por Lapetra fue cabeceado por Fusté y remachado por Amancio, haciendo imposible el esfuerzo de Szentmihalyi por llegar al balón. ¡A la final!

Cumplido el primer objetivo, la derrota contra la URSS no era una opción.

Una vez superada la tensión futbolística de la dura semifinal frente a los húngaros, llegó otro tipo de tensión, peor si cabe: la política. Nadie era ajeno a que la final contra los soviéticos tenía mucho de político y propagandístico. Las autoridades se encargaron de teñirlo aún más, e incluso España jugó de azul, dejando a los comunistas el color rojo. Era propio, el Régimen estaba interesadísimo en que en el Bernabeu se viviese otra representación de esa guerra ideal que Franco y los suyos vendían al pueblo desde hacía más de 25 años. Y, como todos sabemos, en la Cruzada, los rojos no ganan. Los jugadores eran conscientes y Villalonga también lo era.

Contaba Pereda que un día antes de la final, el grupo al completo salió a dar un paseo por las inmediaciones de La Berzosa, donde se concentraba la selección. En un alto, Villalonga los reunió, dibujó un campo de fútbol en la tierra y con unas piñas de árbol les expuso cómo era el esquema de la URSS, cómo jugaban, cómo se movían. Acto seguido, cogió once piedras y las situó en el esquema que jugaría España. Lo hizo así porque las piedras siempre son más fuertes que las piñas, y acto seguido aplastó una piña con una de las piedras. Todos los jugadores de la selección sonríen al recordar esa anécdota, que por lo visto les quitó mucha presión. A mí me gusta pensar que la piedra era Zoco y la piña Ponedelnik.

Así pues, el 21 de junio de 1964, y ante 120 mil enfervorecidos seguidores, Franco y sus acólitos entre ellos, España salió al encuentro de una Unión Soviética que había alcanzado un grado de precisión en su juego y de ascendencia sobre el fútbol europeo que parecía augurar décadas de dominio.Katchalin mantuvo la base de la exitosa URSS del 60, pero ganó en potencia física Los soviets seguían siendo entrenados por el viejo zorro que era Gavril Katchalin, y a su equipo campeón de 1960 habían añadido más potencia física y, si cabe, más calidad. Faltaba Netto, la torre de control soviética, pero Katchalin había añadido al soberbio central Schesternev, y al cerebro del Torpedo de Moscú, Shustikov –padre de aquel que fuera jugador del Racing-, aunque astutamente Katchalin lo situaba en el lateral derecho. Esto creó problemas a la selección en un principio, pues no estaban acostumbrados a que el generador de juego de un equipo estuviese en una posición tan extraña. Voronin seguía siendo un puñal en la derecha, Ivanov había sido reconvertido a un interior con excepcional llegada al área, Ponedelnik seguía siendo un tanque en el centro del ataque y había un nuevo extremo zurdo, Khusainov que, como veremos, sería una pesadilla para Rivilla. Y además estaba el monstruo Yashin. El ganador del Balón de Oro, mejor portero mundial y hombre sobre el que recaían mil leyendas, a cada cual más impresionante. La más extendida esos días en España, curiosamente, era la que decía que era un niño de la Guerra Civil, al que por supuesto, habían lavado el cerebro y ahora venía como enemigo de la Patria. Aún así, se decía que realmente tenía poco apego por la URSS, y el hecho de que Yashin jugase esa tarde-noche en Madrid con su camiseta del Dinamo de Moscú, y no la de la selección, parecía dar alas a las paparruchas del Régimen.

Llovía en el Bernabeu, y cuando aún los espectadores estaban acomodándose tras la ovación de rigor al Generalísimo, Pereda hizo el primer gol para España. Un gran comienzo apagado casi de inmediato por la respuesta soviética. Error clamoroso de Iríbar –que comenzaba a mostrar su cara más habitual en las grandes citas con la selección-, y Khusainov empataba menos de dos minutos después del gol inicial de Pereda. España no se vino abajo y siguió controlando el juego, merced a un fantástico Suárez, que pareció un hombre jugando entre niños durante todo el torneo. La calidad, viveza y capacidad de combinación españolas encontraba respuesta en el poderío físico, el orden y las automatizadas combinaciones de los soviéticos. Yashin tuvo alguno intervención de las que cortan la respiración del espectador, y una especialmente mostró lo moderno que era el guardameta soviético a esas alturas de los años 60: una salida muy fuera de su área, anticipándose a Marcelino y mirando a su alrededor antes de golpear la pelota con criterio hacia sus compañeros. Yashin no dominaba solo su área, dominaba el campo entero. Todos los demás jugaban en SU jardín, y lo dejaba claro en cada acción.

Lo cierto es que el partido no fue un partido excesivamente lírico, sino más bien épico. Era evidente que los nervios y el miedo a perder estaban presentes, pero gracias a lo parejo de los equipos, fue intenso y emocionante.Con un tinte épico, a falta de pocos minutos Marcelino anotó el gol español del triunfo Una vez Villalonga logró desentrañan la pequeña trampa que le había tendido Katchalin con la posición de Shustikov, España estuvo más cómoda. Y por fin, cuando la posibilidad de una nueva prórroga –en la que España estaría en evidente inferioridad física- se vislumbraba en el horizonte, un centro de Pereda, omnipresente a lo largo de todo el ciclo, lo remato de manera sorprendente, en un escorzo extrañísimo y con una potencia y colocación bárbaras, Marcelino. La pelota se coló pegada al poste de un Yashin que no pudo sino hacer la estatua. Un remate diabólico, imposible de detener incluso para un genio. Un remate seguramente irrepetible. Y que daba a España un triunfo de un prestigio internacional tremendo, difícil de calibrar con ojos de 2012.

Para el Régimen fue el triunfo de su sistema frente al de los odiados comunistas, para Villalonga el punto culminante de su carrera, así como para la mayoría de miembros de la selección. Franco regaló a Marcelino un Volvo rojo, único en España, del que por lo visto el delantero del Zaragoza se había enamorado en un viaje durante la Copa de Ferias. Una Copa de Ferias que el club maño ganó merced a un gol del gallego sólo tres días después de la final de la Eurocopa, tres días en los que Marcelino había estado desaparecido por el asunto del dichoso coche. Cuando reapareció, el día de la final y acompañado por el Marqués de Villaverde –yerno de Franco-, les prometió a sus enfurecidos compañeros que marcaría. Hombre de palabra.

La Euro significó también la consagración para el, para muchos, mejor jugador de la historia de España. En ese 1964 Luís Suárez fue una fuerza imparable en el fútbol europeo y mundial: ganó la Serie A, la Copa de Europa y la Intercontinental con el Inter, y la Eurocopa con España. Y en los cuatro torneos fue el mejor jugador. El Balón de Oro lo ganó… Dennis Law, en la decisión más ilógica y lamentable nunca tomada por France Football. A su alrededor se formó una selección joven, con garra y calidad, trabajadora y capaz de superar sus complejos. En cierto modo, una pequeña representación de los españoles de la época.

Como nuestros abuelos. Guardémosles respeto. Se lo han ganado.

 

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5 comentarios

  • @DavidLeonRon 1 julio, 2012

    @Vilariño

    "Sólo los más viejos nombran a unos hombres cuyo recuerdo está siendo sepultado por las arenas del tiempo –y del éxito-"

    No estoy de acuerdo. Antes de 2008 ya había cierta ignorancia a este éxito. Desconozco el motivo, pero la lejanía en el tiempo no me termina de convencer. Madrid o Barcelona bien que reivindican y tienen presente éxitos lejanos. A nivel de clubes ocurre, nadie desprecia lo que ganó a mitad de siglo.

    Veo tintes políticos en el tema.

    -Alguna vez he leído algo sobre la Euro que nos privó de disputar Franco. Ves los nombres y te quedas muerto. Di Stefano, Kubala, Gento, Luiz Suárez… es que da miedo.

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  • @SVilarino 1 julio, 2012

    Lo cierto es que el equipo del 60 era tremendo, bastante mejor por nombres que el del 64. Pero claro, los nombres no hacen el equipo. Ya en el 58 iba sobradísima de talento de nivel mundial y ni entro en Suecia 58. Suiza y Escocia se la cepillaron.

    En todo caso, esta generación del 64 ganó la Euro y luego fue incapaz de refrendar su condición de campeones en Inglaterra 66. También es cierto que el grupo se las traía, con Alemania y Argentina (que estrenaba la figura del enganche con Ermindo Ónega). Pero para Inglaterra se hicieron muchas cosas más, comenzando por la larguísima concentración de 40 jugadores en Santiago de Compostela, partidos amistosos lamentables…en fin, muchas cosas raras. Villalonga no tenía muy clara qué quería, si renovar el equipo o mantener una base. Se convocó a gente fuerísima de forma sólo por ser quienes eran y otros que estaban a tope se quedaron fuera. Pereda, que había sido el goleador durante la clasificación se quedó en casa, Luis Aragonés, revelación del año, igual. Violeta, un muy buen defensa del Zaragoza "Magnífico", también quedó en casa. Villalonga casi no contó con Amancio, que estaba muy bien, y se emperró en hacer jugar a un Del Sol que estaba bajísimo de forma. El experimento de Peiró como 9 también salió muy mal. En fin, un desastre, a pesar de la magnífica generación de jugadores. Se tardaría 20 años en volver a juntar tanto talento.

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  • @DerkinFT14 1 julio, 2012

    Yo no estoy de acuerdo en que el éxito de esta selección sea perjudicial para estos primeros triunfadores sino al revés,mucha gente desconocía como bien dices que se había ganado una Eurocopa y a raíz de la del 2008 se hicieron reportajes tanto en tele como en prensa sobre este hecho e incluso sobre la falacia sobre el gol de la victoria que durante mucho tiempo no se le atribuyo a Marcelino.

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  • @SVilarino 1 julio, 2012

    El gol de la victoria siempre se le atribuyó a Marcelino. ¿Cómo iba a ser de otra manera? Lo que sí se sostuvo mucho tiempo es que el centro del gol de Marcelino fue de Amancio, por la posición en que fue efectuado y porque las imagenes de televisión están cortadas, pero en realidad fue de Chus Pereda.

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  • @SVilarino 1 julio, 2012

    @Some

    Totalmente de acuerdo.

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