La Grecia Hoplítica | Ecos del Balón

La Grecia Hoplítica


Los griegos fueron la primera gran civilización cuya cultura guerrera se especializó en el combate cuerpo a cuerpo. Hasta la aparición de la infantería pesada griega las culturas antiguas habían priorizado el innato rechazo del ser humano a exponerse a la violencia física. Estos pueblos luchaban, claro, porque la guerra ha acompañado a la civilización, pero en todo el mundo se reproducían a grandes rasgos patrones bélicos muy similares: mantenimiento de cierta distancia entre ambos bandos, prioridad para las armas arrojadizas, retirada general ante la superioridad manifiesta del enemigo, postergación del cuerpo a cuerpo hasta la persecución del contrincante en fuga, lucha vinculante entre campeones… Este tipo de guerra ancestral, a veces más violenta, en otros casos a medio camino de la escenificación ritual, generaba una ilusión de seguridad entre los combatientes, una perspectiva que podía ser engañosa pero que resultabaLos griegos y sus hoplitas lo cambiaron todo con el cuerpo a cuerpo efectiva en un marco de otra forma tan inquietante como un campo de batalla atestado de combatientes.

Pero entonces llegaron los griegos y sus hoplitas. Infantes pesadamente protegidos por armaduras, cascos y un gran escudo, equipados con espadas y largas lanzas, los hoplitas eran soldados destinados al combate cuerpo a cuerpo, un tipo de lucha que lo cambiaba todo. En el cuerpo a cuerpo la sangre del enemigo te salpica, sus ojos se distinguen a medio metro, tu brazo es la extensión de la hoja que se hunde en el vientre del rival. El espacio se compromete, la huida se complica, el soldado herido está más expuesto, las emociones se desbocan. En el combate cuerpo a cuerpo la terrible carnalidad de la guerra no admite disimulo alguno.

Es difícil precisar con exactitud cómo se produjo esta singular evolución bélica entre los griegos. Como en todo gran proceso histórico las causas plausibles son muchas y nuestras pistas sobre las mismas son parciales. Sin embargo existe una evidente coherencia entre este enfoque de la guerra y la evolución de la sociedad griega que emergió de la era oscura. En ese contexto el hoplita era un ciudadano de las nuevas ciudades-estado entre cuyo deber se contaba el servicio militar en defensa de su sociedad. No tenía demasiado sentido como guerrero individual dada su escasa agilidad de modo que su fuerza residía en la falange, la formación cerrada que constituía junto a los demás hoplitas, hombro con hombro, y en la cual cada soldado protegía con su escudo al compañero de su izquierda. La compenetración y la solidaridad entre los guerreros eran principios clave en el funcionamiento de una formación de combate en la que se manifestaban los valores transversales de la nueva cultura griega, la igualdad entreLa falta de agilidad hacía del compromiso colectivo una necesidad los individuos y el compromiso colectivo en relación a un bien superior, la defensa de la ciudad.

Dada su rigidez individual la falange hoplítica era una formación de movimientos pesados y no contaba con capacidad de respuesta ante una acción flanqueo o desborde, de forma que todas sus esperanzas de supervivencia pasaban por evitarlo a toda costa combatiendo únicamente hacia adelante. Esto implicaba planteamientos de combate en frentes muy anchos y poco profundos en los cuales la línea de batalla debía ser lo suficientemente exigente en su horizontalidad para impedir al enemigo concentrar grandes esfuerzos en rodearla sin descuidar el cuerpo central de su formación. Los hoplitas también debían atender a la integridad de la línea, pues si se abría una pequeña brecha en la misma el resultado era igualmente catastrófico. La implicación de todos y cada uno de los hombres de la formación era, por lo tanto, el requisito fundamental de una falange que no admitía la discordancia individual.

Una formación de hoplitas tenía una movilidad muy reducida. Era lenta, giraba poco y su armamento básico, las largas lanzas, eran poco manejables. En consecuencia el sentido táctico de la formación era sobre todo defensivo y muy poco flexible. En ataque no ofrecía más que un avance previsible que a lo sumo podía dar lugar a una breve carga frontal, por lo que incluso de esta forma su único valor era básicamente pasivo: la capacidad para resistir de forma compacta los esfuerzos del enemigo por asaltarla, desorganizarla o rodearla.Su ataque era previsible; la confianza en la victoria su gran virtud En la batalla la falange aguantaba y aguardaba con convicción a que llegara la victoria.

Las grandes limitaciones de la falange hoplítica no se evidenciaron en gran parte de las batallas que la contemplaron dado que los griegos, grandes aficionados a guerrerar entre ellos, confrontaban por lo general ejércitos de hoplitas de similar composición. En este contexto no se daban grandes desequilibrios tácticos por parte de ningún bando puesto que para la mayoría de territorios griegos la caballería era un componente marginal en los ejércitos, como lo eran también los cuerpos de hostigadores, es decir, todas aquellas unidades que podían complementar a la falange desde la movilidad y el ataque a distancia. Pero este no era el caso de los persas, los grandes enemigos externos de la Hélade. Los inmensos contingentes del imperio persa conformaban ejércitos integrados en los cuales había todo tipo de unidades especializadas que sus generales podían usar de forma muy flexible, entre ellas fuerzas de caballería e infantería ligera capaces de desarrollar una movilidad muy incisiva, de atacar las formaciones hoplíticas por los flancos y ganarles la espalda, causando destrozos irreparables en una concepción táctica limitada que no podía contrarrestar por si misma este tipo de agresiones.

En las Guerras Médicas las coaliciones griegas se enfrentaron al vasto poder militar del imperio persa en una contienda desigual que deberían haber perdido. Claramente inferiores en número y tácticamente vulnerables, no obstante, los hoplitas griegos vencieron gracias a una afortunada mezcla de golpes de suerte, circunstancias excepcionales, méritos inauditos y una convicción inquebrantable que se confabuló una vez tras otra en favor de su impensable triunfo.

Más adelante, cuando los hoplitas ya no eran lo que habían llegado a ser, cuando ya no les lideraban los grandes héroes del pasado, fueron derrotados por nuevos enemigos que supieron explotar las debilidades de su vieja falange. Por entonces ya no eran el mejor ejército del mundo. Quizá nunca lo habían sido. Pero nunca se habían rendido y ese día no fue una excepción.


 

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Vaya genio, que espectacular.

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