Verano del 92 y fútbol. Dos conceptos asociados indisolublemente a Dinamarca. ¿Existe alguna selección más unida a un gran torneo que el equipo que dirige actualmente el mito Morten Olsen? Difícilmente. Y es que aquel verano del 92 fue especial por muchos aspectos, y la Eurocopa de Suecia se convirtió en el torneo que representó mejor que ninguno la democracia que impera en el fútbol. Cualquier conjunto puede llegar a ser campeón si se dan las circunstancias adecuadas.
La Eurocopa de Suecia fue especial, sin duda. Fue el torneo de la mascota plagiada al torneo anterior -al conejo Bernie le cambiaron la camiseta, y a correr-, fue el torneo en que el fútbol volvía al país donde Pelé se convirtió en Rey, donde Suecia presentóLos cambios políticos tras la caída del Muro de Berlín tuvieron un gran impacto en la Eurocopa de Suecia a su nueva generación de talentos, el primer campeonato para la Alemania unificada, esa que sería invencible según palabras de Beckenbauer. Y como hablamos de cambio político, también fue ese torneo en el que participó un engendro llamado Comunidad de Estados Independientes, heredera de la poderosa URSS, y que, curiosamente siguió un paralelismo con el imperio soviético: empezó fuerte con un empate y dominio ante Alemania, para acabar derrumbándose sorpresivamente contra Escocia. Fue también el campeonato donde Inglaterra presentó su peor equipo de siempre en una fase final, aunque coronado por una delantera de veteranos y noveles con Lineker y Shearer. Y como hablamos de delanteros, fue el único torneo donde el gran Jean Pierre Papin, que venía de ganar el Balón de Oro, lideró a Francia. Una Francia que tenía a Platini en el banquillo. Fue un torneo curioso, en definitiva, con jugadores doblando participación tanto en el campeonato europeo como en los Juegos Olímpicos –algo no muy habitual-. Fue también el de la ausencia de la cacareada Italia de Arrigo Sacchi.
El conflicto en los Balcanes cambia la cara a toda la Eurocopa de Suecia.
Pero sobre todo, era el torneo que debía aupar a la mejor generación de futbolistas que había salido de los Balcanes. Yugoslavia, mientras su país se resquebrajaba dramáticamente en medio de una guerra terrible, había ido creando y formando talento en cantidades industriales. Ganaron el Mundial sub 20 en 1987, habían dejado una grandísima impresión en Italia 90 y fusionaron perfectamente a jóvenes y veteranos para formar un equipo que arrasó en las eliminatorias de la Eurocopa. Algo malo se intuía ya cuando eslovenos -Katanec- y croatas dejaron la selección durante la clasificatoria. Aún así, Yugoslavia todavía tenía una despensa de talento abrumador. Un talento que nunca veríamos. La UEFA,La descalificación de Yugoslavia por parte de la UEFA permitió a Dinamarca disputar el campeonato en una decisión sin precedentes, la descalificó, impidiendo que el conjunto de Ivica Osim proporcionase algo de alivio a un país en sus horas más bajas.
Y es aquí donde aparece Dinamarca. De las playas de todo el mundo, dice la leyenda, se formó un equipo sin presión. La realidad es que los daneses sí estaban concentrados en Suecia, pues disputaba un partido de preparación amistoso contra la CEI. Después sí, la playa y las vacaciones tras una larga temporada. Los daneses habían sido un equipo brillante en la anterior década, pero al que no le quedaba nada de ese lustre anterior. Ni el creador de la Dinamita Danesa, Sepp Piontek, ni los Elkjaer, Jesper Olsen, Lerby, Morten Olsen, etc. Y para más inri, su mejor jugador Michael Laudrup tampoco estaba por divergencias con el durísimo entrenador Richard Möller-Nielsen, que ya había sufrido un par de boicots debido a sus innegociables métodos (que además no se habían mostrado muy efectivos hasta entonces).
“No había presión, nadie esperaba nada de nosotros. Jugamos mejor que nunca”, Kim Vilfort
Nadie contaba con ellos, y menos viendo el sorteo: los anfitriones, la brillante Francia… imposible. Y así parecía confirmarlo el empate a nada contra Inglaterra. Y luego con la derrota en el duelo escandinavo ante los suecos de Thomas Brolin y Jonas Thern. Los daneses estaban al borde de la eliminación. Tampoco extrañó a nadie, era un equipo sin ángel, de jornaleros, apenas iluminado por la velocidad eléctrica de Brian Laudrup. Ningún gol anotado. Panorama no muy alentador, sobre todo porque el último rival era el, en teoría, más fuerte del grupo. Pero esas cosas que tiene el fútbol, hicieron que esa tarde noche en Malmoe, el gran Peter Schmeichel comenzase a escribir su leyenda, y que Henrik Larsen y Lars Elstrup tuviesen esos 15 minutos de gloria a los que todo ser humano tiene derecho. Ni un Papin desbocado pudo con los daneses. Mientras Dinamarca vencía a Francia con un gran Peter Schmeichel, Alemania se clasificaba con comodidadEl conjunto de Möller-Nielsen dio por primera vez la sensación de empaque el seleccionador llevaba buscando desde 1990, cuando accedió al cargo. Increíblemente, otra vez por la puerta de atrás, Dinamarca entraba en semifinales.
Mientras la epopeya danesa tomaba forma en el Grupo A, en el otro grupo los campeones del mundo y los campeones de Europa se clasificaban con comodidad para las semifinales. Alemania, sin un Matthäus que ya había entrado en el túnel de lesiones que le llevaría a la posición de líbero y sin Rudi Völler, que se había fracturado el brazo, cabalgaba a lomos del genial Thomas Hässler, que reclamaría un puesto en el podio del Fifa World Player ese año, pasaba como segunda de grupo y se enfrentaba a Suecia, a la cual derrotaría sin muchos problemas en las semifinales camino del doblete Mundial-Eurocopa que había pronosticado Beckenbauer al final de Italia 90.
Era evidente, Holanda era el rompecabezas que nadie quería resolver…
Los holandeses, habían pasado más fácil si cabe. Eran los campeones de Europa, el equipo más talentoso del torneo y mantenían el armazón del 88. Además, la Eurocopa de 8 equipos era el torneo ideal para ellos, ya que permitía fallar al menos un partido en primera fase y en las eliminatorias tenían más calidad diferencial que nadie. Gullit en la mediapunta, Van Basten y el novato Bergkamp en la delantera. Rijkaard, que jugó su mejor torneo con Holanda, sustentando el medio, Koeman amarrando la defensa en donde ya asomaba Frank de Boer, y por último, Van Breukelen, uno de los mejores porteros de Europa.
Pero los pronósticos ya se habían acostumbrado a saltárselos los chicos liderados por un Schmeichel imperial. Henrik Larsen había despertado de su letargo y adelantó por dos veces a los daneses y, cuando el milagro ya estaba por confirmarse,Un imperial Schmeichel detuvo a Van Basten, logrando así el pase a la final vs Alemania Rijkaard empató el partido. Para entonces, Dinamarca había perdido ya a su defensa Henrik Andersen, al que se le había salido la rótula en un choque y que, por supuesto, no jugaría más en todo el torneo. Igual que el ariete Bent Christensen, lesionado en el primer partido. Y en los penalties, como suele ser habitual, fue a fallar el más grande. Un Schmeichel ya convertido en lo más parecido a Yashin (enorme, ágil, heterodoxo, salvador) que había pisado Europa en 30 años, le ganó la partida al mejor delantero del mundo. Van Basten disparó a la derecha del «Gran Danés» y este se la sacó. Quedaban todavía tres lanzadores más, pero no había caso, los daneses no fallaron ni uno ante un especialista como Van Breukelen. Aún así, el 1992 de Van Basten había sido tan grande que a final de año consiguió su tercer Balón de Oro –no sin polémica, diría Stoichkov-.
El resto, como se suele decir, es historia. En el Ullevi Stadion de Goteborg, Dinamarca ascendió a las más altas cotas que podían soñar. Pero fue la victoria ante los holandeses la que situó en el mapa a toda una generación.
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Abel Rojas 9 junio, 2012
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