Los primeros años estuvieron llenos de preguntas. Nadie se lo había contado, pero desde bambino supo que tenía que marcar gol para poder. Para poder, en general, hacer cualquier otra cosa. Y la razón de todo aquéllo se le escapaba. El fútbol le llamaba, sí, pero no tanto como a algunos de sus amigos. Y tampoco se puede decir que la naturaleza le pusiera en deuda con este deporte, porque el único don objetivo que le dedicó fue unas manos finas y suaves, más apropiadas para acariciar cuerdas y entonar al mundo que para robar el balón de la red. Contrariado por su condena y convencido por su fracaso, dejó de buscar preguntas en viejas novelas griegas y buscó soluciones en un libro de biología.
Johan Cruyff: «De hecho, Inzaghi no sabe jugar al fútbol. Simplemente (ante el gol) está siempre en el sitio justo».
Encontró a la rata. Aquel malpintado animal chino había colonizado el planeta en un puñado de siglos, convirtiéndose en el mamífero más común y próspero. Un hito para una especie que no parecía, a priori, encabezar el reparto genético. La estudió e imitó su proceder. Y no es que empezase a jugar bien al fútbol, pero se erigió como el máximo goleador de la historia de las competiciones europeas.
Las similitudes entre el fútbol de Filippo Inzaghi y la vida de la rata son constantes. Ambos van muyPippo nunca la devolvía cortos de vista, por ejemplo. Y a partir de ahí se establecen tres asociaciones curiosas. Al escaso alcance de los ojos roedores responde Pippo con una técnica de rango corto. A la carencia de visión estereoscópica, con el defecto de haberse pasado media carrera en offside. Y al daltonismo, con una capacidad asociativa nula. El piacentino nunca supo distinguir entre compañeros y rivales.
La rata compensa con un refinado sentido de la audición, un agudísimo olfato (sic) y, sobre todo, un híper sensible sentido del tacto. En especial, de sus largos bigotes, cuyo contacto con el entorno le proporciona la información óptima para trazar sus rutas. Es imposible no hallar relación con los incómodos brazos de Inzaghi, incesantes en su movimiento en busca del camino que le lleve hasta donde le pide su nariz. ¿Que es difícil pasar? A escurridizos no les gana nadie. Y alcanzada la meta, como sea, gol. Otra vida.
«El gol de Inzaghi» ha trascendido como concepto.
Sólo hay una diferencia. Las ratas son asquerosas. Quizá ahí reside su terrible poder de intimidación, que abruma a criaturas de tamaño muy superior. Ahí y en su condición de transmisora de enfermedades. La verdad, no se puede decir que Inzaghi no matase nunca a nadie. Y siempre asustó más de lo que su presencia dejaba entrever. Por eso es tan impresionante que en lugar de querer pegarle un escobazo, lo que nos apetezca sea darle a Filippo las gracias por todo.
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Referencias
Raúl superó la marca de Inzaghi
Daltonismo
Visión estereoscópica
@marcel99710 2 junio, 2012
Siempre recordaré este gol. Entró, la tocó tres veces y: http://www.youtube.com/watch?v=oa-MrrKFE68 ^^
Pippo, Rino…la determinación lo es todo.