Como un bolero en ruso, la película de Kalatozov es una obra puramente expresionista y apasionada, presa de un amor que no entiende la guerra ni el dolor. El que no parecía encontrar una Rusia que estaba siendo de lo mejor del torneo y de su débil grupo, pero tanto creía en su segura clasificación que nunca imaginaba ni se esperaba un gol griego. No estaba preparada para esa batalla, como no lo estaba Verónica para vivir sin Boris, la Segunda Guerra Mundial les separó demasiado pronto.
Y quizás Rusia hace las maletas de la Eurocopa antes de tiempo, pero al igual que Verónica comprendió viendo a las cigüeñas volar volviendo a casa, deben creer que todo el dolor ha servido para algo, con suerte para comprenderlo y soñar con volver a sonreír de nuevo, aunque para ello tengan que esperar otros cuatro años.
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Referencias:
Revista Magnolia
Antonio M. Arenas