Ocho meses atrás, Cassano se sintió por momentos ese personaje de circo que desafía las leyes del espacio donde al borde del abismo sólo la yema de los dedos se agarra a la vida. Un contratiempo superado y olvidado por Antonio de la única manera que sabe hacerlo. Su fútbol es pura lírica, contemplación del presente desde la instantánea y primigenia necesidad de caer a banda y sentirse libre. Enviado por Chaplin como el nuevo «Charlot de Bari», Cassano es feliz inventando nostalgia, despreocupado por el «status quo» imperante en su profesión, sabedor de que la vida -y el fútbol- como decía el genio británico, hay que vivirla como una obra de teatro en la que no existen ensayos.
Bien lo sabe Cassano, imagen y semejanza del memorable vagabundo que nos regaló el tótem supremo de la interpretación. A diferencia del personaje de bombín y bastón, Antonio juega con la pelota y vive los tiempos del sonoro. Por eso Antonio baila, ríe y canta sin aparente preocupación por su trascendencia. Y parla bien alto, oxigenando al emisor y recibiendo información por todo el ancho; verdadero catalizador del último tercio del rectángulo en esta Italia de Prandelli, que intenta con éxito volver a competir de distinta forma. A punto de su 30 aniversario, Cassano tiene por delante 180 minutos para beberse el fútbol y cerrar el telón de la función de su vida. Le esperan su hamaca y el Adriático.
@ecosdelbalon 26 junio, 2012
E-u-ro-co-pón. Y jugador que nos hizo mucho daño.
Cassano es un genio. Uno de los mayores talentos del mundo.
Él es el bueno. No Mario.