Si entraba, era feliz | Ecos del Balón

Si entraba, era feliz


Siempre ha sido así. Chutaba a portería, generalmente el balón traspasaba la línea de meta y la cara se le iluminaba automáticamente. Mostraba una felicidad tan pura y mundana que por ello era contagiosa. Daba igual que su padre hubiera ralentizado su estirada para no detener el disparo o que ni siquiera hubiera portero al que batir. Daba igual que hubiera tres palos, dos columnas o únicamente un par de abrigos colocados con una cuestionable oficialidad; si entraba, era feliz.

En el colegio todos le conocían por ello, era su signo distintivo. Pese a que, con mayor o menor malicia, algunos también le apodaran ‘el chupón’, era el chico más popular de su curso… y de los dos siguientes. Sus méritos no eran ajenos para sus padres, era imposible no hacer de ello un motivo de orgullo. Cuando había una visita en casa, no eran pocas las ocasiones en la que le preguntaban por sus asombrosas cifras goleadoras. Jesús sonreía amablemente pero nunca contestaba; a él siempre le parecían pocos.

Los años pasaron, fichó por el equipo más potente de la ciudad y la necesidad de que sus disparos encontraran acomodo en la red de la portería fue in crescendo. Sin embargo, ya era infantil de segundo año y, en esas categorías, la cantidad de goles en los partidos comienza a reducirse drásticamente. Él lo entendía como lógico, pero le importaba bien poco. En el segundo mes de competición, sus lágrimas cayeron al verde terreno de juego por primera vez; sólo necesitó dos partidos en los que únicamente consiguió marcar un gol. Su entrenador le intentó consolar con el discurso estándar: «¿no estás aquí para disfrutar jugando al fútbol y, de paso, ganar como hemos hecho hoy?»

Ante la mirada extrañada del crío, su viejo entrenador comprendió que tenía un gran problema.

No era la primera vez que uno de sus chicos se desmotivaba ante una mala racha de cara a puerta. Los delanteros son egoístas por naturaleza; los buenos, insaciables. En cambio, este caso era especial: Jesús era el pichichi de la competición. El verdadero problema residía en que sólo había interiorizada uno de los múltiples sentidos en los que el fútbol puede ser gratificante para un futbolista. Tras un partido de la fase de grupos de la Europa League, Isaac comprendió que lo que su pupilo necesitaba era un referente distinto a su cifra de goles como benjamín. Para ello, en el siguiente entrenamiento le entregó un DVD con un partido del Atlético de Madrid. Quería que se fijase, más allá de los goles, en todo lo que realizara Radamel Falcao durante el partido, pues el sábado le pediría una pequeña lista. El prometedor delantero asintió, cogió el disco y se fue corriendo.

Cuando Isaac vio el pequeño papel escrito a mano, y tras esquivar alguna que otra falta de ortografía, señaló el tercer punto: «Protege el balón en el centro del campo». “¡Eso es!”, llegó a exclamar.Además de un gran goleador, Falcao es un excelente futbolista. El ejemplo de Falcao era realmente ilustrativo, el gol corre por sus venas de la misma manera que lo hace en las de su jugador. No cabe duda de que la relación del colombiano con el gol es muy especial y que, por tanto, supone su mayor aportación al equipo. Sin embargo, no es la única y, en ocasiones, ni siquiera es la más importante. “¿Qué te pareció que Falcao luchase fuera del área con los centrales del equipo francés? ¿Te gustó?” Tras quedarse pensativo unos segundos intentando dilucidar si era una pregunta con trampa, Jesús respondió: “Sí, porque nunca le quitaban el balón y luego la pasaba fácil.” Respuesta correcta, su entrenador cogió rotulador y pizarra.

“Es muy importante que el delantero no esté separado del resto del equipo ya que, pese a que no le lleguen balones, puede ayudar mucho a sus compañeros. Este jugador, al que yo le suelo apodar ‘Fundamentos’ Falcao, es un gran goleador, pero lo que le convierte en un excelente futbolista es, en parte, esto mismo.” Tomó el rotulador manchándose ligeramente la arrugada palma de su mano, colocó la pizarra en sus rodillas y prosiguió: “El Atlético roba el balón y quiere montar el contragolpe. A veces el jugador que recupera puede seguir y atacar, pero casi siempre un rival sale a su paso y necesita que Falcao le ayude. Para ello, realiza un movimiento dividido en tres tiempos: ofrecerse al compañero, aguantar el balón y pasarlo. Si sale bien, el equipo puede salir de su campo sin perder la posesión; si sale muy bien, pueden generar rápidamente una gran ocasión. ¿Parece fácil, eh? Tú tranquilo, ahora vamos a entrenarlo.” Tras una de sus tradicionales palmaditas en la espalda, llamó al resto del equipo y les repitió la explicación.

Pasaron los meses, los entrenamientos y los partidos. Su esfuerzo era encomiable, pero su apego por el gol no había decaído en absoluto. Para motivar su crecimiento, Isaac decidió recurrir de nuevo a la actuación de un delantero en la Europa League. Esta vez no hubo vídeo ni explicación tácticaLa evolución de Soldado le ha permitido liderar a todo un semifinalista europeo., sólo una corta y paternal charla. “Jesús, ayer vi un partido del Valencia y me acordé de ti. ¿Lo viste o andabas haciendo los deberes?” Sin poder esconder una tierna sonrisa que delataba que no había hecho ni una cosa ni otra, negó con la cabeza. “No te preocupes, no pasa nada. Yo estuve viendo jugar a Soldado contra el PSV . Marcó dos goles, pero eso no es lo importante. Me acordé de ti por lo mucho que ha mejorado desde que lo conocí en la cantera del Madrid. Mantiene su fuerte disparo y sus desmarques siempre hacia la derecha, pero ahora no sólo está más integrado con el juego del equipo sino que, además, ¡esas mismas carreras las hace para dejar espacio a sus compañeros! Jesús, este jugador, que era un poco limitado, ha ido este año a la Selección. Y no por marcar goles, que también lo sigue haciendo, sino por cómo ha crecido como jugador y cómo está tirando del Valencia. Lo de este tío tiene mucho mérito. Yo creo que un día le dijeron: “Qué prefieres, ¿seguir sólo marcando goles o progresar y ser muy útil para tu equipo?” Tras responderse, le ha ido mucho mejor. En ese momento es cuando pensé en ti, intenté adivinar cuál sería tú respuesta a esa pregunta… pero no lo conseguí.” De forma automática, le contestó: “seguir marcando muchos goles y ser un gran jugador para mi equipo, míster”.

Era jueves, día de Europa League. En esta ocasión el partido más interesante era el que enfrentaba a Schalke 04 y Athletic Club de Bilbao, un duelo que Isaac no iba a desaprovechar. Desde la distancia, justo cuando el pequeño se iba con su padre de camino a casa, le recomendó que esa noche viera el partido. El motivo: Fernando Llorente, su jugador preferido. Para él representaba a la perfección lo que un gran ‘9’ debe ser y lo que, en consecuencia, su equipo puede llegar a alcanzar con su mera presencia en el campo. Vio el partido, disfrutó y durmió.

Con su pícara sonrisa siempre presente, pero nunca completa, Jesús llegó al entrenamiento papel en mano: era una lista similar a la que anteriormente había elaborado de Falcao. Isaac sonrió, la leyó y la guardó pensando que algún día valdría su peso en oro. Relajadamente, esperó a que el equipo al completo estuviera en el vestuario para tomar la palabraEl liderazgo de Llorente se reflejó en la remontada del Athletic en Alemania.: “Chicos, ya sabéis lo mucho que me gusta Fernando Llorente, pero es que ayer me volvió a dar la razón. Es un gran delantero, marca muchos goles, ayuda al equipo cuando debe, hace caso a su entrenador… pero, sobre todo, lo que me encanta es que sabe lo importante que es su posición. El delantero, por regla general, debe aprovechar todo el trabajo del equipo y convertirlo en victorias. Eso, a veces, es un poco egoísta… pero ayer dio un ejemplo de cómo el delantero también debe ir a buscarlas. El Athletic perdía dos a uno y por primera vez en este torneo estaba siendo claramente inferior a su rival. El Schalke atacaba y estaba mereciendo marcar otro gol, pero Llorente decidió evitarlo. Aprovechando un córner, se adelantó a su defensa y marcó el gol del empate. ‘Bah, sólo uno’ pensaréis, pero significó mucho más. Marcó el dos a dos, pero también evitó el tres a uno en contra y permitió a sus compañeros ganar el partido con dos goles de diferencia. Fue…”

Se detuvo unos segundos, tragó la saliva acumulada por el apasionado discurso y comenzó a mirar uno por uno a sus jugadores hasta que llegó a Jesús. Su delantero, su estrella. “Eso que hizo Llorente, eso que también hacen Soldado y Falcao, eso es lo que hace un verdadero líder. Sólo hay una cosa que estos tres delanteros quieran y necesiten más que marcar un gol… y es que su equipo gane. Y, permitidme el taco, ¡joder cómo disfrutan consiguiéndolo!”


Comentarios (23)

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Muy grande Quintana, la piel de gallina con algo tan simple como esto. Por cierto, espero segunda parte sobre lo que escribiste del Zaragoza y el símil con el Fulham.
Grandísimo artículo, gallina de piel...al principio pensé que Jesús....era Navas...

@David

Me he sentido identificado, yo le he puesto remedio jugando siempre de cierre, ya sea en sala o de central en 7 XDD.
Yo sí suelo ver bastante puerta. Cuando juego bien, además, es que me gusto pisando área - Una vez cada 15 juego-, y la confianza es tal que piso la pelota, amago, etc. La sensación cuando marcas un golazo es... Increíble. Personalmente nunca he sabido celebrar, simplemente sonrío, de pura torpeza y alegría. El otro día metí 4 goles en un partidito y joé, que fueron 4 golazos, y fallé dos claras y ahí seguía... Confianza.
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Recuerdo que cuando jugaba en el equipo de mi colegio, en un partido amistoso, con unos 9-10 años, no recuerdo ahora, colé tres goles. Desde ahí me pusieron el san benito de "Matador" y a jugar de 9, cosa que odio. No me gusta no ver compañeros delante de mi, tengo un físico endeble para el choque constante y repetido, mi punta de velocidad era baja. Aún así solía definir bien cuando tenía confianza y cierto ángel para los rebotes, así metía goles, pero, disfrutaba muy poquito. Siempre me emocionó más poner el pase imposible que hacer goles.
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El mejor año de mi vida fue cuando jugué en una liguita amateur en mi año en el extranjero. Jugaba o de 10 o de falso extremo por derecha. Nunca estuve mejor físicamente y al jugar con canadienses o asiáticos en defensa, la técnica latina salía a relucir y me llené de confianza hasta el punto que me salían cosas que hoy no me salen: Giros, amagos, pisadas, etc. Marqué como 5 goles en unos 15 partidos, o algo así, pero me divertía pasando la pelota. En el equipo jugaban dos brasileños y un asiático que era DIOS. Qué divertido!!
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También hay días, como hace una semana que jugué con un twitero, que todo me sale mal y pufff, juego horrible.
¿Partidos de verdad? Pues a parte de lo de Cánada, en el equipo del colegio - Léase, la selección-, en el que jugaba mucho de 9. XD
Gran artículo.
Pues yo la verdad, empecé jugando de exremo derecho, algún partido de delantero. Mi bajada de velocidad ha hecho que no me vaya de ni Dios en la banda y ahora mismo soy interior. Para que me conozcaís os diré que soy un tipo Khedira (De hecho mi entrenador me compara bastante con él), aunque técnicamente no voy mal. Eso sí, llevo toda la temporada intentando que al menos un partido me ponga de delantero ''tanque'' pero nada no hay manera.
Sois unos paquetes. .. A escribir !! Buenísimo Kingtana !!

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