“¿Qué queda de lo que fuimos?”, Frankie esbozó una mueca, giró la cabeza y lo vio todo negro. Superados por un caudal de juego rítmicamente sostenido por un rival muy fino, un ajuste de Di Matteo lo llevó a encontrar a su izquierda a un homólogo más dispar que semejante. Un tipo espigado de peinado peculiar que ni mucho menos le retrotrajo a un escenario de éxito pasado. Lo acercó, inevitablemente, a la triste y cruel respuesta que le rondaba con más fuerza a cada paso que daba hacia su portería: “nada”. Nada del equipo que no concedía un metro al oponente y galopaba desbocado pero firme hacia portería rival. Sin demasiada demora, en una casualidad buscada, lo hizo Drogba. 1-0. “Ese es de los nuestros.”
En pleno ejercicio de adaptación a un rival superior, el Chelsea encontró la esencia. Desde la inferioridad asumida, jugó con el azar hasta ponerlo de cara en una noche en la que lo imprescindible era rencontrarse con su versión madura. Sentir que su fortaleza defensiva era comparable a la de tres años atrás y lograr, por contra, que todos los fantasmas de un Barça herido en la raíz se disfrazaran, inconvenientemente, de desacierto de cara a puerta. Primera misión de Guardiola: devolver al presente un enfrentamiento con cara de revancha. Después, emulando el compromiso de Di Matteo con sus tres pilares atemporales, jugarse todas sus cartas a una ronda: defender como Terry, hilar como Lampard y ser como Drogba. Esa es la verdadera esencia.
@DavidLeonRon 24 abril, 2012
"Qué queda de lo que fuimos?”
La contra. Ese 1-0 fue un vestigio del pasado. Por un momento, Lampard verticalizando tras robo, haciendo volar el balón 35 metros, me transportó a 2005…