El otro día en el bar, durante el clásico, tanto los hinchas del Madrid como los del Barça teníamos algo en común: hablábamos más de cómo podía influir el partido en la vuelta de Champions que del propio título de Liga. Al día siguiente quedé para tomar algo con amigos del Madrid y, tras las bromas de turno, se pusieron a hablar sobre el peligro de Ribery. Todos estaban de acuerdo: el triunfo este año lo marca la Champions.
En apenas un mes la Champions ha pasado de ser un torneo rutinario y «devaluado» a recuperar una grandeza difícil de recordar. A mí me está transmitiendo más incluso que el play-off de clásicos del año pasado. Tal y como se han desarrollado los acontecimientos de las semis parece que algún demiurgo del fútbol esté proyectando para nosotros una película pensada en la estructura más clásica del cine de Hollywood.
Hay un concepto del guión clásico que se llama «escena obligatoria», según el cuál no se puede defraudar las expectativas de un determinado clímax en el espectador. El ejemplo más famoso -tras usarlo Robert McKee- es el de Tiburón. Si los guionistas nos muestran el reguero de terror que deja un gran tiburón, y a un sheriff empeñado en capturarlo, la «escena obligatoria» es la de la lucha titánica de ambos en mar abierto. Era impensable que un buen narrador omitiera esa escena. Los espectadores del cine, a partir de los años sesenta o setenta, estamos tan bien entrenados en la narración audiovisual que notamos de inmediato cuando una historia chirría, cuándo «falta algo».
La escena obligatoria de esta noche es que gane el Barça. Tras todas las oportunidades y el gran juego de Stamford Bridge, hace falta una gran jornada europea para resarcir las expectativas creadas. Se acumulan los tópicos narrativos. Un rival aparentemente inferior, casi despreciado, consigue crecerse hasta desesperar al protagonista. Llega un nuevo revés, el Madrid vence al Barça -en resultado, juego y título-, y tenemos al Barça encogido sobre sí mismo, perdida toda la confianza. De pronto, nos preguntamos en serio si no habrá escena obligatoria, si esta vez la película acabará mal.
Esta sensación de que el Chelsea huele sangre es tan falsa como la de Tiburón. Si nos paramos a pensar, la «lucha titánica de un hombre y un tiburón en el Océano» es imposible. Se contrata un barco en condiciones, o más, y se lucha desde lejos. La magia de los guionistas consiste en hacernos creer que es inevitable un enfrentamiento mortal. La magia de la Champions ha conseguido hacer creer a mucha gente que el Chelsea tiene una muralla por defensa, y que gracias a Drogba convierte la salida en largo en oro puro.
Y es falso, un simple truco narrativo. El Chelsea no había defendido a tanto nivel en toda la temporada, y, aún así, recibió ocasiones como para salir apalizado. Y Drogba puede tener un golpe de suerte, pero no hay salida en largo, hay pelotazo al bulto. El Barça se enfrenta a un guión que le tiene atenazado, una historia épica cuya grandeza consiste en que el héroe duda de sus fuerzas. Como en la Historia Interminable. La Nada no deja de avanzar y Fantasía parece condenada al Olvido, pero, en realidad, Bastian solo tiene que pronunciar una palabra para salvar el mundo.
¿Encontrará el Barça esa palabra? Sus fuerzas son tan inmensas que, una vez desatadas, deberían barrer al Chelsea. Esa es nuestra escena obligatoria. No basta una victoria, el guión exige una paliza del Barça. Pero los jugadores tienen que darle un nombre.
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Referencias:
Usuario: Otsuka2011
ecosdelbalon.com/2012/04/no-sera-como-en-stamford-bridge/#IDComment346828621
@JosePortas 24 abril, 2012
gran analogía, muy bien traída, enhorabuena! todo hace indicar que se dará esa escena obligatoria…pero cuidado, esto es fútbol, un juego bastante más imprevisible en su resultado final que mayoría de los deportes y películas que podamos pensar…