1-Mapa de sonidos | Ecos del Balón

1-Mapa de sonidos


Como cualquier otra actividad, el fútbol está encuadrado en unas coordenadas acústicas que lo determinan. Con el presente iniciamos una serie de artículos en los que trataremos de recrear, en la medida de lo posible, el mapa de sonidos de este deporte, así como explicar la singular importancia de dicha realidad como parte del espectáculo y de la propia dinámica del juego.

Mapa musical de Ecos del Balón:

– Himnos españoles
– Himnos europeos
– Himnos sudamericanos
– Cánticos españoles
– Cánticos europeos
– Cánticos sudamericanos

En los prolegómenos

El sonido del partido se inicia en movimiento con el reguero de aficionados en las inmediaciones del estadio. Es el momento de los murmullos solapados, las arengas aisladas, las bocinas, el“La Bombonera no tiembla…late” claqueteo de los caballos policiales, los claxons y los motores de los automóviles a baja velocidad. Ya en los vomitorios del recinto el tumulto se densifica y tras sobrepasar el chasquido metálico de los tornos, reverbera ansioso contra las entrañas del coliseo. Al tomar aire en la grada, el bullicio se dispersa de forma deslavazada hasta que, finalmente, sucumbe ahogado por la frialdad de la megafonía: cuñas publicitarias de musiquillas pegadizas, alguna información burocrática o en aras al buen orden, la enumeración de autoridades en el palco y, por último, la recitación de las alineaciones con sus jaleos y pitos correspondientes, inicio de una comunión generalizada que alcanzará su cenit con el himno del equipo local. Es en este momento cuando la armonía se apodera del paisaje sonoro. Cuando el estadio emerge con un ente vivo que ruge, que llora o que ríe, pero siempre al mismo compás. Y es que, tal y como reza en las paredes del estadio del Club Atlético Boca Juniors: “La Bombonera no tiembla…late”.

En el graderío

Con frecuencia se cita al estadio como un factor relevante en una contienda futbolística. “El Reino de Navarra es un estadio hostil“, “Cuentan con el hándicap de jugar en Anfield”, “El público del Calderón llevó en volandas a los jugadores”. Todas estas menciones vienen referidas al sonido de dichos escenarios. Es a través del sonido como las aficiones participan activamente en lo que sucede en el terreno de juego. La grada es el regimiento de músicos, con sus redobles de tambores y sus toques de cornetas, espoleando a las tropas a ir al ataque o a resistir el envite. Un batallón, en este caso, compuesto de percusión, bocinas, palmas, silbidos y toda suerte de cánticos corales. Del mismo modo que la delantera presiona la salida del balón, lo hace el aficionado con sus pitos; con la misma contundencia que un defensa derriba a un rival, el hincha le increpa; los jugadores enciman al árbitro tanto como el público con sus protestas; de igual forma que el equipo se estira y ataca, lo hace la grada con sus ánimos. En definitiva, el sonido constituye una parte activa y trascendetal del juego.

La música en el fútbol esta básicamente canalizada o regulada por instrumentos de percusión; este, es un símbolo importante para el ambiente futbolístico y para las barras…. este es el que marca el paso de los barristas para saber lo que tienen que hacer, sin este no habría ninguna coordinación pues con él se ordenan diferentes acciones…El bombo pues, entra a ser parte de esa gran parafernalia con la que el fútbol no solo remite a la guerra simbólica dentro de este, sino que nos remonta a analizar y comparar las funciones que estos objetos igualmente cumplían en épocas y acontecimientos bélicos anteriores (Juan Fernando Rivera Gómez)

Pero la voz de la grada, aparte de su papel protagonista, cumple también una función narrativa. No hay un fenómeno que nos conecte con mayor intensidad a un partido que su propio sonido. Es tal la precisión con la que el graderío nos cuenta lo que sucede que la primera reacción, inconsciente, de un aficionado al sintonizar con una retransmisión radiofónica es evaluar el fondo acústico para tratar de calibrar el probable resultado del partido.

El público pita la posesión del equipo contrario y anima la del propio. Cuanto más incierto es el resultado mayor será su presión al rival. Cuanto más favorable, mayor el ánimo a los suyos. El ¡Uyyyyy!, una desesperada llamada al gol.Los ataques locales son proyectados con un deseo verbalizado casi preorgásmico: “¡Vamos! ¡Vamos! Vamos!”, “¡Venga! ¡Venga! ¡Venga!” “¡Si! ¡Si! ¡Si!”. Aceleración que se transforma en gritos de inquietud cuando los que atacan son los otros o de pánico cuando el esférico se cierne sobre la propia portería. El ¡Uyyyyy! es la exclamación propia de la ocasión fallida. No es sólo un lamento sino una invocación al advenimiento del gol. Tan profunda como aquella, pero más pausada por la sorpresa, es el ¡Ohhhhh!, reflejo de la genialidad inesperada. Su exclamación nos indica una acción de escaso peligro pero de estimable belleza. La admiración en su versión plural es el aplauso, recompensa al buen juego colectivo, también empleado en la acción individual meritoria que no admirable, o en la despedida tras finalizar el partido o al producirse un cambio.

En el otro lado de la balanza, el murmullo es la antesala del mal juego y los silbidos, continuos pero leves, su confirmación. En cambio los silbidos enérgicos están reservados como critica al adversario, generalmente en acciones de falta, o, sobre todo, al árbitro, en ambos casos acompañados de increpaciones. Al respecto se debe destacar que pocos acontecimientos son tan profusos en improperios, mofas y hasta vejaciones verbales como un partido de fútbol. No obstante, no conviene atribuir esos excesos a la supuesta ira que los pudiera motivar, como queda demostrado en el insulto que ciertos sectores dedican a una acción tan inofensiva como es el saque del guardameta adversario, sino simplemente a la intención intimidatoria, así como, según señalan algunos analistas, a la concepción ritual del encuentro de fútbol como fuente de evasión

El conflicto en sí mismo que simboliza el fútbol en cuanto a lucha y enfrentamiento degenera en un ritual catártico en el que se subliman las tensiones y preocupaciones cotidianas en una espiral de silbidos, reproches, gritos, insultos y blasfemias. Por lo general, lo ideal es que la gente salga totalmente relajada (J. F. Rivera)

Y como colofón hay que destacar el sonido más celebre de este deporte, su deseo desesperado, su consumación: el gol. Tiende a ser el gol un sonido explosivo más allá de la importancia que tenga, aunque obviamente en función de esta será mayor o menor su potencia y se sostendrá más o menos. Dada la energía empleada y acumulada colectivamente, el gol suele desembocar en un clamor difuso practicamente inteligible. Prueba de ello es que no son muchos los que reparan, instintivamente, en su disparidad idiomática (gol en español, goal en inglés, tor en alemán, but en francés, hadaf en árabe, etc…). El vocablo resulta indiferente. El gol, en cualquier parte, es el sonido de la euforia.

Y llegados a este punto nos vamos a atrever a sugerir la posibilidad de un sonido. Aunque pudiera parecerlo, no existe una sucesión continuada entre el gol y el grito. Hay un instante de incertidumbre posterior al tanto, unas décimas de segundo necesarias para tomar impulso. El impuslo físico del cuerpo hacia delante y hacia arriba. El impulso acústico con el que tomar aire y expulsar toda la emoción generada. De este modo, podemos imaginar un espacio mínimo, apenas perceptible, en el que la algarabía se detiene. Resultaría absurdo sostener que durante esos instantes no suena nada en el estadio. Pero es tal el contraste entre la estridencia habida antes, la explosión que llegará después y ese lapsus que los separa, que desde aquí nos tomamos la licencia de bautizarlo como el silencio del fútbol. A modo de anécdota, recogemos el testimonio confesado por el propio Andrés Iniesta referido al momento más importante de la historia del deporte de este país.

Cesc me pasa de maravilla la pelota porque lo hace muy rápido. Solo la controla un poco y me la da perfecta. Rasa y bien. Cuando yo la controlo, noto el silencio en el estadio. Sí, parece extraño. Pero lo percibí. ¿Es posible oír el silencio con casi 100.000 personas? Sí, yo lo oí. Parecía que se paraba todo el mundo, como si se hubiera quedado congelado (A. Iniesta)

En el terreno de juego

Desde las localidades más cercanas al campo o a través de las modernas retransmisiones televisivas, es posible percibir con nitidez los sonidos más singulares del terreno de juego: el chut, sonoridad seca y dura en el disparo y algo más amortiguada y hueca en los pases y centros, o la sucesión atropellada de impactos de cuerpos en los segundos previos a un lanzamiento de corner, o el latigazo de una entrada a ras de suelo, o el chasquear de la hierba en una carrera al sprint…

Pero si hay un ruido que destaca sobre el resto, incluso de forma afilada, diseccionando el apelmazamiento acústico del conjunto, ese es el silbato del arbitro. El sonido como impertinente forma de mandoSu sonido resulta impertinente para el aficionado pues, más allá de si le favorece o no la sanción, está generalizada la percepción del arbitraje como un elemento distorsionador del juego. En cualquier caso, su estridencia es una muestra de la importancia que tiene el sonido como símbolo de mando. En el estadio el poder administrativo lo ostentan el club y la autoridad pertinente a través de la megafonía; el árbitro ordena en el campo por medio del silbato y el entrenador, tácticamente, con sus consignas desde la banda. Incluso aquellos jugadores cuyas voces resuenan durante el encuentro, son aquellos que tienen «voz de mando» dentro del equipo. Generalmente el portero, el último defensa y los jugadores más veteranos, con el capitán a la cabeza. Sonar es mandar.

Sonidos reales de un partido de fútbol:

Alineación megafonía

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Pitido inicial

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A por ellos oeee

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Animando con palmas

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Protesta por falta del contrario

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Protestas al arbitro

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Disparo

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Saque de porteria

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Protestas por mal juego

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¡Uyyyy!

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Aplausos por buen juego

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Centro

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Gool

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Oooole oooole

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Aplausos cambio

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Campeooones Campeoooones oe oe oe

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Pitido Final

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2-Los himnos

3-Cánticos

4-Cuestión de potencia


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