Contacto con el Mundial de Sudáfrica | Ecos del Balón

Contacto con el Mundial de Sudáfrica


Holanda, conservadora e inconsistente

La selección de Van Marwijk es una de las más cambiadas con respecto al periodo pre-mundialista. El colectivo ha perdido dinamismo, asociación, velocidad en su circulación de pelota. O sea, Holanda ha perdido la esencia tulipán que había conseguido recuperar tras la pasada Eurocopa. La principal causa la encontramos en la falta de movimiento sin balón en las dos líneas más ofensivas. Los mediapuntas y Van Persie han adoptado una actitud más conservadora en sus desmarques, respetan más sus carriles y son menos agresivos. De esta forma, los conductores están perdiendo referencias a la hora del pase, las líneas no están habilitadas para ello y el juego es demasiado espeso.

Teóricamente, Holanda debería ganar consistencia en la transición defensiva al no alterar tanto su posicionamiento, pero no es así. La transición ofensiva es de menos calidad, el rival apenas altera su estructura en defensa y recupera en un contexto más apropiado para lanzar los contragolpes. O sus mediapuntas cambian el chip y recuperan la energía pre-mundialista, o Van Marwijk deberá dar entrada a sus amenazas externas de forma inmediata. Con la velocidad de Robben (e incluso Elia), Holanda empujará al rival hacia su portería y ganará más espacio en los alrededores de la frontal, solucionando de forma artificial parte del problema. Si Sneijder no nos activa, activemos a Sneijder.

Serbia, la selección más insípida

Nadie jugó peor que el equipo de Antic en la primera jornada del Mundial. Y chocó, porque de un equipo que cuenta con tantos jugadores de primer nivel se esperaba algo decente. Resultó tan molesta la falta de ambición como determinadas medidas tácticas surrealistas que acabaron por descolocar incluso al espectador: Jovanovic y Krasic cerrados cual interiores, Zigic ejerciendo de mediapunta por detrás de Pantelic…

Contra Alemania dieron un paso adelante. Serbia cedió el peso del encuentro y se protegió en un 4-4-2 mucho más natural, con los espacios repartidos de una forma más racional y menos exigente. El equipo de Löw desbordaba el sistema defensivo serbio cada vez que superaba la primera línea de presión, pero más por mérito germano que por demérito eslavo, que transmitía cierta entereza táctica y gran capacidad sufrimiento -principal virtud colectiva-. Con pelota, se limitaron a castigar la deficiencia del primer pase alemán desde la velocidad de Krasic y Jovanovic, ya que en posicional ni encontraban ni buscaban soluciones. Sensaciones muy mediocres de una Serbia que daba para más y que lo único notable que ha mostrado hasta la fecha ha sido la enorme actuación individual de Kolarov contra el triángulo Lahm-Özil-Müller.

Ghana, el verdadero Black Power

Las Estrellas Negras han desarrollado la transición ofensiva más potente del continente africano. Rajevac ha apostado por un agresivo 4-1-4-1 desde el que acumula hasta cuatro mediapuntas distintos, hecho que define su personalidad. Son conscientes de su capacidad de desborde, de la contundencia de sus desmarques y de que se puede esperar algo productivo de cualquiera de sus cinco hombres de ataque si la pelota les llega en ventaja. Representan una gran amenaza para el rival. Sin embargo, en esa superioridad individual que ostentan Boateng, Asamoah, Tagoe, Gyan y, sobre todo, Ayew contra sus pares reside la semilla de su principal defecto: La precipitación.

Confían tanto en que van a obtener ventajas en los duelos individuales que se olvidan de generar contextos positivos, dando al oponente la posibilidad de equilibrar la balanza desde la táctica. Esa carencia de pausa les penalizará sobremanera contra los equipos más preparados. Y lo hará en ambas transiciones, puesto que perder la pelota donde no procede es el primer paso hacia el sufrimiento defensivo. Dicho esto, hay que explicar que si Ghana ha dado pie al lucimiento de sus hombres más desequilibrantes ha sido gracias a la claridad y limpieza que distingue su salida de balón. Es mérito de, con permiso de De Rossi, el mejor mediocentro de lo que va de Copa del Mundo.

Anthony Annan, el mediocentro de África

En un Mundial que no está destacando por rendir homenaje a la demarcación de mediocentro ha sobresalido la figura de Annan, el 5 que da sentido a la línea de 4 mediapuntas de Ghana. Anthony es uno de esos centrocampistas que no juegan de memoria pero que siempre saben lo que tienen que hacer. Conoce el juego.

En defensa es ubicuo, pero más futbolística que físicamente. Es decir, Annan no está en todas partes, pero sí que influye en todo el sistema, facilitando al resto la presión, el repliegue o el quite desde su posicionamiento; es protagonista en la recuperación, pero pocas veces se apunta el robo en su estadística. Y en la transición ofensiva adopta un rol similar. Domina la gestación de la jugada con una suficiencia pasmosa, tanto en colocación previa como en continuidad, y posee un nivel técnico suficiente para expresar el fútbol que siente en el apoyo. Sin deslumbrar, Annan hace respirar a un equipo precipitado en cada toque. Giro, cambio de orientación, eliminación de la primera presión, pausa… su fútbol es suave, ágil y fluido. En cuanto a limitaciones, se ha de anotar su escaso poder aéreo. Única deficiencia que se advierte en su juego. Es un jugador de Champions League.

Jorge Valdivia, el Mago que no tenía regla

El Mago tiene un problema, y es que su talento no se adecua a lo que demanda Bielsa en la mediapunta del 3-3-1-3 chileno. La Roja -es lo que hay, llegaron antes- es un equipo concebido en función de lo que ella hace con la pelota. Así pues, su transición defensiva es una consecuencia de la administración que haga de su posesión, siendo la pérdida del esférico un punto a trabajar sobremanera. Chile no puede permitirse el extravío del esférico en una zona comprometida, y mucho menos en un tiempo precipitado, porque desde la desventaja no poseen argumentos defensivos para parar una contra.

Valdivia es un mediapunta eminentemente técnico, pero más finalizador que creador. El fútbol del Mago está en el último pase, en la creación de la ventaja definitiva, por mucho que su repertorio de gestos le abra otras posibilidades. Esa tendencia al cambio de ritmo le hace precipitarse en ocasiones, cayendo en pérdidas de balón improcedentes que matan a su propio equipo. La solución que ha encontrado El Loco para aprovechar el exquisito talento de Valdivia ha sido readaptarlo a la posición de falso 9, coronando al equipo en el inicio de la jugada para generar superioridad numérica en zona de mediapuntas durante la evolución del lance. Ni Chile ni Valdivia acabaron de sentirse cómodos bajo el formato.

Apenas 25 minutos ha jugado con un delantero centro por delante suya y le sirvió el envío que acabó con el gol de Mark ante Suiza. El Mago encontraría el hueco en la defensa del Inter y a nosotros nos ha abierto hasta Honduras. Pero la pérdida de riesgo es gol de Villa. La decisión es de Bielsa.

Jugaba de delantero, pero era el mejor defensa

Corea del Norte recupera la pelota, mira al horizonte y otea la posición del dorsal nº 9, con la esperanza de que repose junto al ángulo recto formado por la línea de banda y la divisoria. A veces está ahí. Otras, está en camino. Su progreso determina si el nº 10 aparece o no en el escenario, distrayendo al enemigo y ganando un tiempo de oro que le es suficiente. El nº 9 está en posición. El pase es raso o a media altura, nunca alto, siempre fuerte. Fortísimo. El enemigo es incapaz de adelantarse, el héroe clava sus dos columnas en el árido piso, recibe el impacto del adversario contra su espalda y recepciona el esférico. El osado central ha perdido metros tras el choque, el nº 9 gira. Observa, estudia, calcula, reflexiona, vuelve a calcular, decide, actúa, crea. Corea del Norte, humilde y sin recursos, ha vuelto a escapar. Tiene 5 minutos más de vida. Lo hizo el número nueve. Jong Tae Se.


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