1-ABDÓN PORTE
Hubo una vez un fútbol distinto al de ahora. Un fútbol que, no obstante, concitaba adhesiones tan inquebrantables como las que actualmente se forjan merced a una abrumadora artillería mediática. El futbol amateur de principios de siglo estaba acotado a la grada, la crónica escrita y el boca a boca. Una cercanía que acentuaba la identificación del jugador con el equipo hasta el punto que los protagonistas del juego interpretaban su abnegada labor con un brío épico. En este contexto de leyenda emergió la figura de Abdón Porte, el Indio, de Nacional de Montevideo. Centrocampista amateur, de brega y contención, Porte fue titular con la tricolor de Nacional 207 veces (de la temporada 1911 a la 1918). Desde que debutara a la edad de 31 años en la cancha de Parque Central se convirtió en el ídolo de la afición que rugía con cada una de sus intervenciones al grito de «¡Arriba Indio!».
Célebre por su descomunal despliegue físico, oficiaba de cacique en el terreno de juego espoleado por su carácter aguerrido. Virtudes gracias a las cuales logró alcanzar innumerables éxitos deportivos tanto en su clubAbdón Porte fue campeón de la Copa América con su querida celeste en 1917. (fue campeón de liga en 1912, 1915, 1916, 1917) como con la celeste (campeón de la Copa America 1917). Pero, como a toda víctima del paso del tiempo, le llegó el momento de su declive. Tras la temporada de mayor gloria (1917), los aplausos del público se tornaron en silencios reveladores, luego en incómodos murmullos y finalmente en pitidos de reprobación. En el año 1918 la directiva, que por entonces solía hacerse cargo del área técnica, le sustituyó por Alfredo Zibecchi. Porte se convirtió, a partir de entonces, en un suplente asiduo. El presagio de la retirada se tornaba indisimulable. El 4 de marzo de ese mismo año, tras el festejo habitual después de cada victoria (Nacional ganó aquella noche a Charley 3 a 1 con una gran actuación de Porte), el Indio se despidió de sus compañeros y a la una de la madrugada abandonó la sede del club para dirigirse al Parque Central. Ya en el terreno de juego, depositó un par de sobres en la hierba y los cubrió con su sombrero de paja. Acto seguido, desde donde tantas veces fue aclamado en lor de multitudes, Abdon Porte se descerrajó un tiro en el corazón. Tenía tan sólo 37 años. Por la mañana Severino Castillo, canchero del Parque, encontró su cadáver. Una de las cartas iba dirigida a un pariente, la otra al Doctor José María Delgado, Presidente del Club Nacional de Football:
“Querido Doctor Don José María Delgado. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida
Abdón Porte.
Nacional aunque en polvo convertido
Y en polvo siempre amante.
No olvidaré un instante
Lo mucho que te he querido
Adiós para siempre»
A los versos añadía que lo enterraran en el cementerio de La Teja junto a Carlitos y Bolívar Céspedes, jugadores de Nacional muertos años atrás víctimas de la viruela. Por extraño que pareciese, la disparatada reacción del jugador al presagiar su retirada, no obedeció a un arrebato. Porte lo espetaba cada vez que alguien le preguntaba por su futuro posfutbolístico: «El día que no rinda me pego un tiro». A fin de cuentas, la afición era «su pueblo», su familia Nacional de Montevideo y en la medular de Parque Central el Indio había encontrado lo que sus pocas opciones (sociales, económicas y culturales) le habían negado: un lugar en el mundo.
2- PRESIÓN ESFÉRICA
Este artículo comenzó a ser redactado a finales de Octubre del año pasado. Pretendíamos tratar la muerte de Porte como un indicio del apego del futbolista amateur hacía sus colores, como un testimonio de la actitud de aquellos deportistas que sentían el terreno de juego como su epicentro vital, en contraposición con el profesional moderno que parece alejarse, cual metralla mediática, de su escenario natural, abrumado por los focos, los flashes y un entorno ávido de beneficios. El suicidio de Robert Enke el 10 de Noviembre nos obligó a parar y reflexionar.
¿Están capacitados los futbolistas para soportar la presión social que comporta este deporte? ¿Es la desproporción a la que tiende el fútbol un factor propicio para el colapso de sus protagonistas? ¿Los jugadores asumen con demasiado énfasis la carga dramática de la competición?
Y es que los condicionantes que acechan al futbolista, son muchos y diferentes:
-Un tipo de vida muy variable. Cambian con frecuencia de residencia, de entorno, de costumbres, de amistades, cuando no de idioma. Viajan constantemente. La relación con la familia es distante. Tienen dificultad para mantener referencias estables.
-Exposición permanente a la evaluación de los demás (medios de comunicación, aficionados, cuerpo técnico). En ocasiones son blancos de críticas y, en situaciones muy adversas, hasta de agresiones verbales o mofas por parte de los aficionados o, incluso, de prensa sensacionalista.
-Excesiva acumulación de competiciones, que no permiten el suficiente descanso, ni físico ni psicológico.
-Trascendencia desproporcionada de los resultados/rendimiento (los deportistas se juegan constantemente su puesto de trabajo, sus futuros contratos, su estatus deportivo), de los cuales dependen, a su vez, el destino del resto de sus compañeros y del club en si mismo.
-Obligación de atender a los medios de comunicación preservando su imagen y la del club.
-La responsabilidad de tener que superar y controlar sensaciones de dolor, cansancio, incomodidad, enfado, preocupación o decepción con aparente calma.
-La necesidad de mantener la concentración en todo momento. Un lapsus en un partido de fútbol te puede arruinar profesionalmente.
Pero lo que resulta más trascendente es que el fútbol profesional es un deporte de muy alta exposición pública en donde la presencia del deseo del otro ejerce una presión desmedida.En el fútbol, el deseo del otro ejerce una gran presión. La forma en que el futbolista asimila esas expectativas externas depende de cómo se haga depositario de las angustias y deseos colectivos, de que pueda abstraerse de las ansiedades ajenas y no las tome a su cargo. Si el deportista, por contra, está demasiado imbuido de esa connotación grupal se sentirá demasiado presionado. Igualmente, las reacciones son diferentes en función de la personalidad de cada uno. Hay quienes se anulan frente a esta presión mientras que otros se crecen ante ella y, por el contrario, dejan de rendir en situaciones irrelevantes.
3- ROBERT ENKE
La muerte de Robert Enke supuso un shock para el mundo futbolístico y en particular para todo un país que era ajeno a los problemas que padecía el portero del Hannover 96 y de la selección germana. Bien es cierto que el guardameta alemán había sufrido, en los últimos tiempos, una serie de adversidades de índole personal que le habían marcado profundamente (la muerte de su hija pequeña y la posibilidad de la pérdida de la tutela de su otra hija recientemente adoptada). Pero se ha sabido con posterioridad, a través de las declaraciones de su padre (curiosamente, un psicólogo clínico), que la fase de reiteradas depresiones que le llevaron a un pozo sin salida tuvieron su inicio tras su paso por el Barcelona y el Fenerbahçe , que había generado en él un miedo patológico al fracaso. Desde entonces, Enke alternó fases de recuperación con recaídas. En su última etapa, su psicólogo personal, el doctor Makser, tenía que acompañarlo, incluso, a los entrenamientos. El trágico final, no obstante, supuso una enorme sorpresa para todo su entorno.
Michael Ballack, amigo íntimo de Robert Enke desde hacía más de veinte años, advirtió de la terrible adversidad en que se convertía, en más ocasiones de las imaginadas, la alta competiciónAdriano, tras la muerte de Enke, manifestó que él también había pensado en suicidarse. y reclamó una mayor atención a los futbolistas. «Tenemos que aprender de esto» dijo Ballack al diario británico Independent «Existe la enfermedad, pero también la combinación del fútbol y ser famoso». Y es que, desgraciadamente, los casos de Porte y Enke no suponen una excepción. En el año 2000 corrió la misma suerte Mirko Saric, volante de San Lorenzo que con 21 años terminó sus días ahorcado con una sábana en casa de sus padres. Otro caso funesto fue el del boliviano Ramiro “Chocolatín” Castillo que en 1997 se quitó la vida ahorcándose con una corbata cuando era jugador de Bolívar. Mayor conmoción generó, aún, la tragedia de Raimundo Tupper quien en julio de 1995 se lanzó al vacío desde la azotea de un hotel en San José de Costa Rica. Su muerte propició en Chile una conmoción similar a la de Enke en Alemania, pues se trataba de un jugador muy popular y de grandes perspectivas futbolísticas. No hace mucho, el ex futbolista Mauricio Monroy trató de quitarse la vida, afortunadamente, sin llegar a concretarlo. “Darse cuenta de que no te reconocen es duro”, declaró. Pocos días después del fallecimiento de Robert Enke el delantero brasileño Adriano (ex Inter de Milán, hoy en Flamengo) confesó que también él estuvo a punto de terminar como el guardameta alemán tras la muerte de su padre en el 2004.
Llegados a este punto nos vemos obligados a resaltar unas cuantas obviedades para no perder la perspectiva: Los futbolistas son personas y las personasNavas o Bojan en los últimos tiempos han padecido estas patologías por la ansiedad. padecen problemas emocionales y psicológicos muy diversos, máxime en una sociedad ya de por sí psicótica y estresante. La aparición de algunas de estas patologías en el panorama futbolístico no es causa suficiente para calificar a este entorno como un desencadenante (de hecho la mayoría de patologías mentales obedecen a múltiples factores: genéticos, ambientales, traumáticos, de personalidad, etc…) pero tampoco deberíamos obviar que la tipología de vida de un futbolista puede resultar un factor de refuerzo para su desarrollo. En los últimos tiempos hemos tenido noticia de varios casos de desorden de ansiedad que han afectado a algunos futbolistas como Navas o Iván Campo, de cuadros depresivos como el que provocó la retirada prematura de la gran promesa alemana Sebastian Deisler, o de crisis puntuales como las sufridas por Bojan Krikc, en plena concentración de la selección española, o el episodio vivido, antes de la final del Mundial de Francia de 1998, por Ronaldo Nazario da Lima que desembocó en un ataque epiléptico. Todo estos casos pueden considerarse dentro de una normalidad estadística pero tampoco hay que desdeñar la presión añadida por el entorno de la alta competición.
4- ADICCIONES
Otros jugadores, en cambio, han sucumbido a la presión entregándose a las drogas o el alcoholismo. Desolador es el panorama del fútbol británico al respecto. Desde que en los años sesenta jugadores como George Best (fallecido a causa de una cirrosis atrófica) o Jimmy Greaves (delantero titular de los pross en la Copa del Mundo del 66) quedaran atrapados en las redes del alcohol, la lista de adictos ha crecido en tal proporción que resulta difícil justificarlo como una simple influencia de un problema de mayor calado social.
El ex internacional y ex capitán del Arsenal, Tony Adams, tras rehabilitarse, fundó la clínica Sporting Chance Clinic, donde son ingresados y tratados aquellos futbolistas que El alcohol a menudo supone una vía de escape ante la frustración, como es el caso de Tony Adams.sufren de los mismos hábitos que él padeció durante años. Por la clínica, que dirige el doctor Peter Kay, ya han pasado docenas de futbolistas con dependencias fundamentalmente al alcohol. Adams reconoció en su autobiografía Addicted que su alcoholismo tuvo su origen en su incapacidad para asumir la perdida de la capitanía de la selección. En la misma línea, el delantero de Trinidad y Tobago, Dwight Yorke culpó a la suplencia, a la que le relegó Alex Fergusson, como el detonante de su vicio con la bebida. Más revuelo causó la denuncia pública del ex seleccionador inglés Glenn Hoddle quien destapó la adicción a la droga y al alcohol de Paul Person y Paul Gascoigne. En la actualidad, Gazza vive en la indigencia condenado a un desenlace dramático como ya le sucediera a Malcolm McDonald, delantero de Newcastle y Arsenal, quien fue descubierto en el 98 abandonado a su suerte en una pensión, irreconocible y rodeado de botellas vacías de whisky.
Historias similares vivieron en los 70 y 80 grandes futbolistas como Alan Hudson, Rodney Marsh, Frank Worthington, Stan Bowles o Paul McGrath, Bryan Robson, Vinnie Jones, Denis Wise, Robbie Fowler o los escoceses Jim Baxter y Frank McAvennie. Obviamente la problemática no se reduce a las islas británicas. Los casos más populares son los de Garrincha, fallecido en la miseria como consecuencia de un síndrome alcohólico, o Gerd Müller, mito de la selección alemana y el Bayern de Munich, por no olvidar la archiconocida adicción a la cocaina de Diego Armando Maradona.
DBEcos 25 marzo, 2012
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