Obsesión Hornby | Ecos del Balón

Obsesión Hornby


¿Tu agenda está supeditada al calendario futbolístico? ¿Alguna vez has sentido una opresión en la boca del estómago antes de un choque trascendental? ¿Has llegado a sufrir la sensación de vulnerabilidad por una derrota humillante, la abrumadora desolación que te embarga hasta el punto que deseas, por unos instantes, que tu afición nunca hubiera existido? ¿Has apagado la radio o la televisión incapaz de resistir el final de un partido? ¿En alguna ocasión te has acompañado de alguien que te de suerte para presenciar un encuentro, o has evitado a un gafe, o vestido una prenda a modo de amuleto o realizado algún tipo de ritual que, la última vez, coincidió con una victoria? Si has respondido que sí a alguna de estas cuestiones no dudes en leer «Fiebre en las gradas» de Nick Hornby, un ensayo biográfico en torno a la pasión futbolística. Con un estilo ligero, cargado de ironía y una apabullante sinceridad, el autor traza, a partir de su propia experiencia como hincha del Arsenal, un exhaustivo retrato de este fenómeno al que define como una auténtica obsesión.
 
Hornby centraliza esta actitud desaforada en el sentimiento de pertenencia a la institución deportiva. El aficionado es parte del club tal y como el club es parte de si mismo. Instigados por el instintoPara el hincha, el espectáculo es sólo un valor añadido. de supervivencia, característico de toda identidad, los hinchas relegan al espectáculo a un segundo plano. Y es que, según el autor, no es posible concebir el fútbol en términos de consumo: «Un equipo no es como un restaurante al que le niegas tu confianza porque comience a ofrecer comida basura». El hincha jamás renunciará a su equipo por más que juegue mal, del mismo modo que nunca disfrutará de los logros del contrario aunque fueran objetivamente supremos. La desaparición de los límites entre la identidad personal y la institucional es la causa, en no pocas ocasiones, de reacciones desproporcionadas por parte de los aficionados. Que socialmente esté extendida la idea de que el futbolero es una persona con pocas inquietudes tiene mucho que ver, en opinión del autor, con la intensidad de esta obsesión que, desde fuera, da la impresión de excluir a todo lo demás. En realidad, este fervor no impide que los aficionados sean gente normal (y diversa) y el fútbol un juego maravilloso. ¿Qué otro deporte da tantas oportunidades a los que no disponen de cualidades manifiestas, físicas o técnicas? ¿Qué otra experiencia pude aportar el éxtasis repentino que te brinda un gol en un partido trascendental?

Aquel fútbol inglés

Más allá del perfil psicológico y conductual del hincha, una de las mejores aportaciones que hace el libro es la exposición de su escenario: el fútbol inglés previo a la Premier League. Hillsborough es el punto de inflexión entre el pasado y el futuro: la Premier League.Aquel campeonato era diametralmente opuesto, en todos los órdenes, al actual. El desastre de Hillsborough fue el factor decisivo que alentó la transformación. Hasta el año 1992 la seguridad brillaba por su ausencia en los campos ingleses. No resultaba extraño que se vendieran más entradas de las permitidas en grandes encuentros, que la gente se colara, o que los controles a los accesos no tuviesen las suficientes garantías. La mayoría de estadios eran prácticamente centenarios y muchas de sus nobles tribunas victorianas se erigían sobre estructuras de madera. En cuanto a la violencia, estaba completamente extendida y asimilada como un fenómeno inherente al fútbol. Eran normales las peleas en las gradas; los intentos de conquista de la sección reservada a la afición rival; las estampidas intimidatorias (como las de Heysel, en las que no se agredía sino simplemente se escenificaba el amago de una carga y cuyo desconocimiento provocó el pánico de la afición juventina), las peligrosas mareas de los fondos hacia la valla protectora en las celebraciones de los goles o los desembarcos de los «especiales del fútbol» (los trenes que fletaban cada semana para los aficionados que se trasladaban a campo rival y en cuyos trayectos, de la estación al estadio, Hornby cuenta como la hinchada rival, en muchas ocasiones, recibía a los visitantes con una lluvia de objetos). Cabe señalar que frente a esta violencia ritualizada, el autor destaca, en el otro extremo, a otro tipo de aficionado inglés mayoritario, igualmente apasionado, pero característico por su nobleza y deportividad.

En cuanto a los clubs, mientras la peor fama se la llevaban los aficionados del Millwall y el Chelsea, los hinchada del Aston Villa brillaba por su civismo. En otro orden, los jugadores no eran ajenos a esta dinámica agresiva. El estilo de juego típico de las islas hasta entonces (directo, de choque y contundencia) favorecía las cuentas pendientes entre equipos que desembocaban en constantes refriegas. Aunque siempre surgían maravillosas apariciones (Charlton, Best, Daglish, Keegan, Ardiles, Waddle, Barnes, Gascoigne, Lineker…) el nivel técnico del grueso de futbolístas era bajo. El desastre de Hillsborough (1989) supuso un punto final. La decisión de las autoridades de permitir la entrada de los hinchas del Liverpool que se hacinaban a las puertas de un estadio repleto a rebosar, provocó la muerte, por aplastamiento y asfixia, de 96 aficionados. Si la final de Heysel (1985), que ya se había cobrado 39 víctimas, había iniciado el ocaso del fútbol inglés con la inhabilitación a perpetuidad del Liverpool y por cinco años del resto de equipos, Hillsborough fue un golpe imposible de digerir.
 
El informe Taylor fue la respuesta del gobierno de Margaret Thatcher a la tragedia, un conjunto de 76 medidas encaminadas a solventar la inseguridad en los estadios.Las medidas del Informe Taylor cambiaron el fútbol inglés. Las más destacadas fueron la eliminación de las gradas de pie, la separación entre los asientos y gradas para dar espacio a salidas de emergencia, la supresión o disminución de las vallas, la instalación de cámaras de vídeo, la obligatoriedad de una sala de control o mayores sanciones a los violentos. Estas medidas implicaron la nueva construcción de muchos estadios (desde la aparición del Informe Taylor se han construido 29 estadios y 200 nuevas tribunas) o la remodelación de otros, lo que endeudó de forma severa a los clubs. Para evitar un hundimiento financiero el estado les concedió préstamos y la cadena Sky compró los derechos de televisión inyectando una gran cantidad de dinero.

Pero estas ayudas no impidieron que los clubs se vieran obligados a triplicar el precio de las entradas. A la postre esa fue la principal causa que provocó el fín del hooliganismo. La composición social del público cambió sustancialmente (Hornby apunta que en los años 70 asistir a un partido era bastante más barato que ir al cine). Los clubs apostaron por una clase media que no sólo se podía permitir esos costes sino que, además, eran ávidos consumidores de otros muchos productos derivados del fútbol. No obstante, Hornby opina que este nuevo público no estaba preparado para tolerar un fracaso continuado. De este modo los clubes se obligaban a no poder sufrir temporadas de vacas flacas. Un club que no invirtiera en buenos jugadores estaba condenado a quedarse solo y, por tanto, a no poder subsistir. La necesidad de convertir a los clubs en sociedades rentables propició el comienzo de una nueva liga, con instituciones completamente profesionalizadas, modernas instalaciones, un calendario bien cuidado, grandes inversiones en jugadores de primera línea que posibilitaron un juego más atractivo y nuevos ingresos procedentes de los contratos publicitarios, el merchandising y la televisión. El 15 de agosto de 1992 la vieja Primera División inglesa dio paso a la Premier League.

Cañoneros

Pero sería injusto reducir el relato de Hornby a un escenario de violencia. El texto rebosa fútbol en cada página. El lector puede vibrar con las crónicas de los numerosos partidos que se narran, así como conocer al detalle la historia del Arsenal durante las décadas de los 70 y 80. Para sorpresa de muchos, el autor presenta al Arsenal como el equipo más odiado históricamente en Inglaterra. Un rechazo que aún resulta más chocante al descubrir las causas que lo provocan: el Arsenal era reconocido desde los años 30 como la quintaesencia del juego ultradefensivo, una formación que, de la mano del legendario Herbert Chapman (entrenador que lideró el periodo más laureado de su historia), introdujo por primera vez un quinto defensor. Un equipo que a lo largo de las décadas se ganó a pulso su fama de tosco, marrullero y resultadista y que, hasta la traición lírica de Arsene Wenger, fue el paradigma del fútbol británico, físico y directo. Estos distintivos fueron la llama que propagó el antiarsenalismo entre el resto de aficiones y que contrastaban con los de otros equipos de tradicional espíritu ofensivo y romántico (West Ham y Tottenham).
 
Hornby creció futbolísticamente con los abominables gunners de finales de los sesenta que llevaban la friolera de diecisiete años sin ganar un título.La obsesión de Hornby nació en un periodo de sequía de títulos. No fue hasta la temporada 70-71 cuando lograron triunfar merced a un doblete histórico en el que destacó por encima del resto Charlie George, un tipo tan talentoso como rebelde. Pese a la tradicional carencia de calidad el Arsenal siempre contó con un jugador sobresaliente en sus filas. El testigo de Charlie George (68-75) lo recogió Liam Brady (74-80) prototipo de centrocampista inteligente que se tuvo que conformar, a su paso por Highbury, con un único título de Copa. La llegada de George Graham (86-95), como entrenador, marcó el inicio de una nueva etapa dorada con la consecución de dos titulos de liga.

Del título de liga de la temporada 89-90 es uno de los episodios más intensos del libro y podría decirse que de la historia del fútbol inglés. En la última jornada de liga se enfrentaban, en Anfield, Liverpool y Arsenal con el título en juego. El Arsenal necesitaba una victoria por dos goles de ventaja. El gran potencial de los reds dificultaba la gesta. Aunque el Arsenal se adelantó al comienzo de la segunda parte, el Liverpool retomó el dominio del partido y apenas se vio inquietado. En el minuto noventa el público de Anfield ya coreaba la conquista de un nuevo título… Sirva este video, que exponemos como punto y final, para resumir el espíritu del libro de Hornby, para rememorar la trascendental tragedia de Hillsborough con el homenaje de los jugadores del Arsenal a las víctimas, para mostrar el ambiente de las gradas de pie en los campos ingleses, para disfrutar del fútbol épico de la antigua Primera División Inglesa, para recordar a jugadores como Adams, Michael Thomas, Grobbelaar, Ian Rush, Aldridge o Barnes… Y sobre todo, disfruten de los últimos instantes del descuento.


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